¿Hay un “derecho de las naciones a la autodeterminación” del cual los Socialistas debieran ser partidarios? Esta fue la cuestión debatida por los Socialdemócratas antes de la primera guerra mundial, especialmente en Rusia y en Austria, ambos imperios multinacionales por aquél entonces. Lenin, fiel a su visión oportunista de que cualquier slogan era útil si ayudaba, dijo sí a “movilizar a las masas”. Entre los que contestaron no, estaba Rosa Luxemburg.
Que esto fue así, hace bastante lo sabemos, pero hasta la reciente publicación de una selección de sus escritos sobre The National Question (editada por Horace B. Davis, Monthly Review Press), no habíamos tenido la oportunidad de juzgar el valor de los argumentos por ella empleados. Que sus escritos en la materia -contrariamente a aquellos sobre economía y otras cuestiones- hayan permanecido inasequibles por tanto tiempo no es accidental. Los publicistas de izquierda simplemente no estuvieron interesados en publicar la crítica de lo que se ha convertido en un dogma en los círculos de izquierda: que los Socialistas están moralmente obligados a apoyar las luchas por la “liberación nacional.”
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