lunes, 25 de mayo de 2009

Marxismo y Darwinismo (Anton Pannekoek)


Pocos científicos influyeron tanto el pensamiento de la segunda mitad del siglo xix como Darwin y Marx. Sus contribuciones revolucionaron la concepción que las masas se hacían del mundo. Durante décadas, sus nombres estuvieron en boca de la gente y sus obras están en el centro de las luchas intelectuales que acompañan las luchas sociales de hoy. La razón está en el contenido altamente científico de su obra.


La importancia científica del marxismo así como del darwinismo se apoya en su fidelidad rigurosa a la teoría de la evolución, uno refiriéndose al ámbito del mundo orgánico, el de los seres animados, y el otro al ámbito de la sociedad. Esta teoría de la evolución, sin embargo, no era nada nueva: ya había tenido sus defensores antes de Darwin y Marx; el filósofo Hegel incluso hizo de ella el punto central de su filosofía. Es entonces necesario examinar de cerca las contribuciones de Darwin y Marx en este ámbito.


La teoría según la cual plantas y animales se desarrollaron unos a partir de otros aparece por primera vez durante el siglo xix. Antes, a la pregunta: ¿"De dónde vienen los miles y miles de diferentes clases de plantas y animales que conocemos?", se contestaba: "En tiempos de la creación, Dios los creó a todos, cada cual según su especie". Esta teoría primitiva correspondía a la experiencia adquirida y a los mejores datos entonces disponibles sobre el pasado. Según esos datos, todas las plantas y todos los animales conocidos siempre habían sido idénticos. A nivel científico, la experiencia se expresaba de la siguiente forma: "Todas las especies son invariables porque los padres transmiten sus características a sus hijos".


Sin embargo, debido a ciertas particularidades entre las plantas y los animales, se hizo necesario plantearse otra concepción. Por eso esas particularidades fueron ordenadas según un sistema establecido, en primer lugar, por el científico sueco Linneo. Según este sistema, se divide a los animales en reinos (phylum), ellos mismos divididos en clases, las clases en órdenes, los órdenes en familias, las familias en géneros, cada género con sus especies. En este sistema, cuanto más similares son las características de los seres vivos, más cercanos son unos de otros, y más pequeño es el grupo al que pertenecen. Todos los animales clasificados como mamíferos presentan las mismas características generales en su forma corporal. Se diferencia después a los animales herbívoros, a los carnívoros y a los simios, que pertenecen a órdenes diferentes. Osos, perros y gatos, que son animales carnívoros, tienen muchos más puntos comunes en su forma corporal entre sí que con los caballos o los monos. Esta similitud crece de forma evidente cuando se examinan variedades de la misma especie; el gato, el tigre y el león se parecen en muchos aspectos y difieren de los perros y osos. Si dejamos la clase de los mamíferos para examinar a otras clases, como las de las aves o los peces, vemos diferencias mayores entre las clases que en una misma clase. Siempre persiste sin embargo una semejanza en la formación del cuerpo, del esqueleto y del sistema nervioso. Estas características desaparecen cuando dejamos a esta división principal que abarca a todos los vertebrados, para examinar los moluscos (animales de cuerpo blando) o los pólipos.


El conjunto del mundo animal puede pues organizarse en divisiones y subdivisiones. Si se hubiese creado cada especie de animal diferente con total independencia de las demás, no habría ninguna razón para que existan tales categorías. No habría ninguna razón para que no haya mamíferos con seis patas. Habría entonces que suponer que cuando llegó el momento de la creación, Dios habría seguido el plan del sistema de Linneo y lo habría creado todo según ese plan. Disponemos afortunadamente de otra explicación. La semejanza en la construcción del cuerpo puede ser debida a un verdadero parentesco. Según esta concepción, la similitud de las particularidades indica en qué medida el lazo es cercano o distante, como son mayores las semejanzas entre hermanos y hermanas que entre parientes más distantes. Las especies animales no fueron, pues, creadas de forma individual, sino que descienden unas de otras. Forman un tronco que comenzó sobre bases simples y que se ha ido desarrollando continuamente; las últimas ramas, más finas, las constituyen las especies hoy existentes. Todas las especies de gatos descienden de un gato primitivo que, como el perro primitivo y el oso primitivo, es el descendiente de un determinado tipo primitivo de animal carnívoro. El animal carnívoro primitivo, el animal con pezuñas primitivo y el mono primitivo descienden de un mamífero primitivo, etc.


Esta teoría de la filiación fue defendida por Lamarck y por Geoffroy Saint-Hilaire. Sin embargo, no conoció la aprobación general. Estos naturalistas no pudieron probar la exactitud de dicha teoría y, por lo tanto, permaneció en estado de hipótesis, de simple suposición. Pero en cuanto llegó Darwin, con su obra principal, el Origen de las especies, ésta fue como un relámpago en las mentes de entonces; su teoría de la evolución se aceptó inmediatamente como una verdad perfectamente demostrada. Desde entonces, la teoría de la evolución es inseparable del nombre de Darwin. ¿Por qué es así?


Es en parte debido a que, con la experiencia, se ha acumulado cada vez más material para fundamentar esa teoría. Se descubrieron animales que no podían colocarse claramente en la clasificación, como los mamíferos ovíparos, peces con pulmones y animales vertebrados sin vértebras. La teoría de la filiación afirmaba que eran simplemente vestigios de la transición entre los grupos principales. Las excavaciones revelaron restos fosilizados que parecían diferentes de los animales que viven hoy. Estos restos resultaron en parte ser las formas primitivas de los animales de nuestro tiempo y pusieron de manifiesto que los animales primitivos evolucionaban poco a poco para convertirse en los animales de hoy. Ha progresado después la teoría celular; cada planta, cada animal consta de millones de células, desarrollándose por división y diferenciación incesante a partir de células únicas. Una vez alcanzado este punto, pensar que los organismos más desarrollados descendieron de seres primitivos constituidos de una única célula, ya no parecía ser tan extraño.


Todas estas nuevas experiencias, sin embargo, no podían elevar la teoría a un nivel de verdad demostrada. La mejor prueba de su exactitud habría sido poder observar con sus propios ojos una verdadera transformación de una especie animal en otra. Pero es imposible. ¿Cómo demostrar entonces que una especie animal se transforma en otra? Se puede hacer mostrando la causa, la fuerza que propulsa tal desarrollo. Y eso, Darwin lo hizo. Darwin descubrió el mecanismo del desarrollo animal y dio así la prueba de que algunas especies animales se transformaban necesariamente en condiciones idóneas en otras especies animales. Vamos ahora a aclarar este mecanismo.


Su principal fundamento es el carácter de la transmisión, el hecho de que los padres transmiten sus peculiaridades a sus hijos pero que, al mismo tiempo, los hijos divergen de sus padres en ciertos aspectos y también difieren unos de otros. Por ello los animales de la misma especie no son todos idénticos, sino que difieren en todas las direcciones a partir de un tipo medio. Sin esta variación, sería totalmente imposible que una especie animal se transforme en otra. Para la formación de una nueva especie, es necesario que se incremente la divergencia a partir del tipo central y prosiga en la misma dirección hasta hacerse tan importante que el nuevo animal ya no se asemeja al animal del que desciende. ¿Pero cuál es esa fuerza que suscitaría una variación creciente siempre en la misma dirección?


Lamarck declaró que el cambio se debía al uso y a la utilización intensa de algunos órganos; que debido al ejercicio continuo de algunos órganos, éstos se iban mejorando más y más. Así como los músculos de las piernas de los hombres se refuerzan al correr mucho, también adquirió el león patas poderosas y la liebre patas veloces. De la misma manera, las jirafas desarrollaron su largo cuello para alcanzar y comer las hojas altas de los árboles; a fuerza de extender el cuello, algunos animales de cuello corto fueron desarrollando un cuello largo como la jirafa. Para muchos, esta explicación no era creíble y no daba cuenta de que la rana, por ejemplo, debía ser verde para garantizar su protección.


Para solucionar ese problema, Darwin se tornó hacia otro campo de experiencia. El ganadero y el horticultor son capaces de desarrollar de forma artificial nuevas razas y nuevas variedades. Cuando un horticultor, partiendo de una determinada planta, quiere desarrollar una variedad con flores grandes, ha de suprimir, antes de la madurez, todas las plantas con flores pequeñas y preservar las que las tienen grandes. Si repite esto durante unos años seguidos, las flores serán cada vez mayores, porque cada nueva generación se asemejará a la anterior, y nuestro horticultor, siguiendo con la selección de las mayores de entre las grandes con el objetivo de extenderlas, conseguirá desarrollar una planta con flores muy grandes. Mediante acciones así, a veces deliberadas y otras accidentales, los hombres desarrollaron un gran número de razas de nuestros animales domésticos que difieren aún más de su forma de origen que las especies salvajes difieren entre sí.


Si le pidiéramos a un ganadero que desarrollara un animal de cuello largo a partir de un animal de cuello corto, eso no le parecería imposible. Todo lo que tendrá que hacer será seleccionar los animales con cuello relativamente más largo, cruzarlos, suprimir a los jóvenes de cuello corto y cruzar de nuevo los que tienen un cuello largo. Si repite esto a cada nueva generación, el resultado sería un cuello cada vez más largo y un animal parecido a la jirafa.


Este resultado se obtiene porque hay una voluntad definida con un objetivo definido que, con el fin de criar una determinada variedad, elige a determinados animales. En la naturaleza, no existe semejante voluntad y todas las variaciones van a reducirse con el cruce; resulta entonces imposible que un animal se separe del tronco común original y siga en la misma dirección hasta convertirse en una especie enteramente diferente. ¿Cuál es pues, en la naturaleza, la fuerza que selecciona los animales como lo ha hecho el ganadero?


Darwin meditó mucho tiempo sobre este problema antes de encontrar su solución en la "lucha por la existencia". En esta teoría, tenemos un reflejo del sistema productivo de la época en que vivió Darwin, porque es el combate de la competencia capitalista que le sirvió de modelo para la lucha por la existencia que prevalecía en la naturaleza. No fue gracias a sus propias observaciones si encontró esa solución. Le vino de su lectura de los trabajos del economista Malthus. Malthus intentaba explicar que si hay tanta miseria, hambre y privaciones en nuestro mundo burgués, es porque la población aumenta mucho más rápidamente que los medios de subsistencia existentes. No hay bastante comida para todos: los individuos deben pues luchar unos contra otros para vivir, y muchos sucumben en esa lucha. Con esta teoría, la competencia capitalista tanto como la miseria existente se declaraban ley natural inevitable. En su autobiografía, Darwin declara que fue el libro de Malthus el que le incitó a pensar en la lucha por la existencia.


"En octubre de 1838, o sea quince meses después de empezar mi investigación sistemática, se me ocurrió leer, para distraerme, el ensayo de Malthus sobre la población; y como estaba bien preparado, debido a mis observaciones prolongadas sobre las prácticas de animales y plantas, a apreciar la presencia universal de la lucha por la existencia, me llamó la atención la idea de que en estas circunstancias, las variaciones favorables tenderían a preservarse, y las desfavorables a ser aniquiladas. El resultado sería la formación de nuevas especies. Había encontrado ahí, por fin, una teoría para trabajar."


Es un hecho que el aumento de la natalidad en los animales excede al de la cantidad de comida necesaria para su subsistencia. No hay ninguna excepción a la norma según la cual el número de los seres orgánicos tiende a crecer a tal velocidad que nuestra tierra sería rápidamente desbordada por la descendencia de una única pareja, si parte de ésta no se destruyera. Por eso ha de existir una lucha por la existencia. Cada animal intenta vivir, hace cuanto puede para comer e intenta evitar ser devorado por otros. Con sus peculiaridades y sus armas específicas, lucha contra todo el mundo antagónico, contra los animales, contra el frío, el calor, la sequía, las inundaciones, y otras circunstancias naturales que pueden amenazar con destruirlo. Ante todo, lucha contra los animales de su propia especie, que viven de la misma manera, poseen las mismas características, utilizan las mismas armas y viven de la misma alimentación. Esta lucha no es directa; la liebre no lucha directamente contra la liebre, ni el león contra el león salvo si se trata de una lucha por la hembra, sino que es una lucha por la existencia, una carrera, una lucha competitiva. Todos no pueden alcanzar la edad adulta; la mayoría es destruida, y solo sobreviven los que ganan la carrera. ¿Pero cuáles son los que triunfan? Los que, por sus características, por su estructura corporal, son más aptos para encontrar comida o huir del enemigo; en otros términos, sobrevivirán los que mejor se adaptan a las condiciones existentes.


"Puesto que hay siempre más individuos que nacen que supervivientes, el combate por la supervivencia debe reiniciarse sin cesar y la criatura que posee una determinada ventaja con relación a las demás sobrevivirá; pero, como esas características particulares se transmiten a las nuevas generaciones, es la propia naturaleza la que elige, y la nueva generación surgirá con características diferentes de la anterior."


Tenemos aquí otro esquema para entender el origen de la jirafa. Cuando la hierba no crece en ciertos lugares, los animales deben alimentarse de las hojas de los árboles, y todos los que tienen un cuello demasiado corto para alcanzarlas van a perecer. Es la propia naturaleza la que hace la selección y la naturaleza selecciona solamente a los que tienen cuellos largos. Al haberla comparado con la selección realizada por el ganadero, Darwin llamó a ese proceso "selección natural".


Este proceso produce necesariamente nuevas especies. Puesto que nacen demasiados individuos de una misma especie, más que los que las reservas de comida dejan subsistir, intentan permanentemente extenderse sobre una superficie más amplia. Para obtener su comida, los que viven en los bosques van hacia los prados, los que viven por los suelos van al agua, y los que viven en el suelo suben a los árboles. En esas nuevas condiciones, una aptitud o una variación resultan idóneas cuando antes no lo eran, y de ahí que se desarrollen. Los órganos cambian con el modo de vida. Se adaptan a las nuevas condiciones y, a partir de la antigua especie, se desarrolla una nueva. Este movimiento continuo de las especies existentes que se ramifican en nuevas ramas conduce a la existencia de miles de animales diferentes que van a diferenciarse cada vez más.


Así como la teoría darwiniana explica la filiación general de los animales, su transmutación y su formación partiendo de los seres primitivos, también explica la maravillosa adaptación que existe en toda la naturaleza. Hasta entonces, esta maravillosa adaptación no podía explicarse sino por la sabia intervención de Dios. Ahora, se entiende claramente esa filiación natural, al no ser esa adaptación sino la adaptación a los medios de existencia. Cada animal y cada planta se van adaptando exactamente a las circunstancias existentes, ya que todos los que son menos conformes a ellas se adaptan menos y la lucha por la existencia los extermina. Las ranas verdes, que proceden de las ranas marrones, deben preservar su color protector, ya que todas las que se desvían de éste son descubiertas más rápidamente por sus enemigos y destruidas, o tienen mayores dificultades para alimentarse y perecen.


Así es como Darwin nos demostró, por primera vez, que las nuevas especies se han formado siempre a partir de antiguas. La teoría transformista, que no era hasta aquel entonces sino una simple presunción inducida a partir de numerosos fenómenos que no se podían explicar de otra manera, alcanzó así la certidumbre de un funcionamiento necesario de unas fuerzas específicas que podían demostrarse. Es una de las razones principales que permitió que se impusiera tan rápidamente esa teoría en los debates científicos y llamara la atención del público.


II. - El marxismo


Cuando se examina el marxismo, vemos inmediatamente una gran semejanza con el darwinismo. Como con Darwin, la importancia científica del trabajo de Marx consiste en que descubrió la fuerza motriz, la causa del desarrollo social. No tuvo que demostrar que tal desarrollo existía, cada cual ya sabía que, desde los tiempos más primitivos, unas formas nuevas siempre habían superado las antiguas; pero las causas y los fines de ese desarrollo seguían siendo desconocidos.
En su teoría, Marx partió de los conocimientos de que disponía en su tiempo. La gran revolución política que confirió a Europa el aspecto que ahora tiene, la Revolución francesa, era algo sabido de todos por haber sido una lucha por la supremacía, llevada a cabo por la burguesía contra la nobleza y la monarquía. Tras esa lucha aparecieron nuevas luchas de clases. La lucha realizada en Inglaterra por los capitalistas industriales contra los terratenientes dominaba la política; al mismo tiempo, la clase obrera se rebelaba contra la burguesía. ¿Cuáles eran esas clases? ¿En qué diferían unas de otras? Marx puso de manifiesto que estas distinciones de clase se debían a las funciones distintas que cada una desempeñaba en el proceso productivo. Es en el proceso de producción donde tienen su origen las clases, y es este proceso lo que determina a qué clase se pertenece. La producción no es sino el proceso de trabajo social por el que los hombres obtienen sus medios de subsistencia partiendo de la naturaleza. Es esa producción de bienes materiales necesaria para la vida lo que constituye el fundamento de la sociedad y que determina las relaciones políticas, las luchas sociales y las formas de la vida intelectual.


Los métodos de producción no han cesado de cambiar durante la historia. ¿De dónde vienen estos cambios? La forma de trabajar y las relaciones de producción dependen de las herramientas con las que trabaja la gente, del desarrollo de la técnica y de los medios de producción en general. En la Edad Media se trabajaba con herramientas rudimentarias, mientras que hoy se trabaja con máquinas gigantescas. En la Edad Media existía el pequeño comercio y el feudalismo, mientras que ahora tenemos el capitalismo. Por esa razón también, la nobleza feudal y la pequeña burguesía eran las clases más importantes en la Edad Media, mientras que hoy las clases principales son la burguesía y el proletariado.


La causa principal, la fuerza motriz de todo el desarrollo social, es el desarrollo de las herramientas, de ese material técnico que los hombres ponen en práctica. Ni que decir tiene que los hombres siempre intentan mejorar las herramientas para que su trabajo sea más fácil y más productivo, y la práctica que adquieren utilizándolas les conduce a su vez a desarrollar y mejorar su pensamiento. Este desarrollo acarrea un progreso de la técnica, lento o rápido, que a su vez transforma las formas sociales del trabajo. Esto conduce a nuevas relaciones de clase, a nuevas instituciones sociales y a nuevas clases. Al mismo tiempo surgen luchas sociales, o sea políticas. Las clases que dominaban en el antiguo modo de producción intentan preservar artificialmente sus instituciones, mientras que las clases ascendentes pretenden promover el nuevo modo de producción; y al encabezar luchas de clase contra la clase dirigente y al conquistar el poder, preparan, ya sin trabas, el terreno para un nuevo desarrollo de la técnica.


Así pues, la teoría de Marx reveló la fuerza motriz y el mecanismo del desarrollo social. Así puso de manifiesto que la historia no es algo errático, y que los distintos sistemas sociales no son el resultado de la casualidad o de acontecimientos aleatorios, sino que existe un desarrollo regular en una dirección definida. También probó así que el desarrollo social no cesa con nuestro sistema, porque la técnica sigue desarrollándose continuamente.


Así pues, las dos enseñanzas, la de Darwin y la de Marx, en el ámbito del mundo orgánico y en el de la sociedad humana, elevaron la teoría de la evolución a nivel de ciencia positiva.
Y así hicieron de la teoría de la evolución algo aceptable para las masas como concepción básica del desarrollo social y biológico.


III. - El marxismo y la lucha de clases
Aunque sea cierto que, para que una teoría tenga una influencia duradera sobre el espíritu humano, deba tener un valor altamente científico, eso no es sin embargo suficiente. Ha sucedido muy a menudo que una teoría científica de primera importancia para la ciencia no suscite ningún interés, si no es para algunas personas instruidas. Así fue, por ejemplo, con la teoría de la atracción universal de Newton. Esta teoría es la base de la astronomía, y gracias a ella conocemos los astros y podemos estudiar el movimiento de los planetas y prever los eclipses. Sin embargo, cuando aparece la teoría de Newton sobre la atracción universal, sólo la aceptaron algunos científicos ingleses. Las grandes masas no le prestaron ninguna atención, y no la conocerían más que gracias a un libro popular de Voltaire, escrito medio siglo más tarde.


Nada extraño en todo eso. La ciencia se ha convertido en una especialidad para un determinado grupo de hombres instruidos, y sus progresos sólo les concierne a ellos, así como la fundición es la especialidad del herrero, y cualquier mejora en la fundición del hierro sólo le concierne a él. Solo un conocimiento del que todo el mundo pueda servirse y que resulte ser una necesidad vital para todos puede granjearse la adhesión de las grandes masas. Cuando vemos que una teoría científica suscita entusiasmo y pasión entre las grandes masas, esto puede deberse a que esta teoría les sirve de arma en la lucha de clases. Porque es la lucha de clases lo que moviliza a la gran mayoría de la sociedad.


Esto se puede constatar más claramente con el marxismo. Si las enseñanzas económicas de Marx no tuviesen importancia para la lucha de clases moderna, solo serían unos cuantos economistas quienes le dedicarían tiempo. Pero debido a que el marxismo sirve de arma a los proletarios en su lucha contra el capitalismo, las luchas científicas se concentran en esta teoría. El favor que ésta hizo a millones de personas hace que respeten el nombre de Marx a pesar de que conozcan poco su obra, y también que millares de otros lo desprecien sin entenderla. Gracias al gran papel que la teoría marxista desempeña en la lucha de clases es estudiada asiduamente por las grandes masas y predomina en el espíritu humano.


La lucha de clase proletaria existía antes de Marx, ya que es fruto de la explotación capitalista. Es totalmente natural que los obreros, al ser explotados, piensen en otro sistema de sociedad en el que la explotación será abolida y lo reivindiquen. Pero lo único que podían hacer era esperarlo y soñarlo. No estaban seguros que eso se pudiera alcanzar algún día. Marx dio al movimiento obrero y al socialismo unas bases teóricas. Su teoría social puso de manifiesto que los sistemas sociales se desarrollan en un movimiento continuo en el que el capitalismo sólo es una forma temporal. Su estudio del capitalismo puso de manifiesto que, debido al perfeccionamiento constante de la técnica, el capitalismo ha de dejar paso necesariamente al socialismo. Sólo los proletarios podrán establecer el nuevo sistema de producción, mediante su lucha contra unos capitalistas cuyo interés es mantener el antiguo sistema de producción. El socialismo es así el fruto y el objetivo de la lucha de clase proletaria.


Gracias a Marx, la lucha de clase proletaria tomó una forma totalmente diferente. El marxismo se convirtió en arma entre las manos de los proletarios; en lugar de vagas esperanzas, les dio un objetivo positivo y, al poner de relieve claramente el desarrollo social, dio fuerza al proletariado y creó las bases para la aplicación de una táctica correcta. A partir del marxismo los obreros pueden probar el carácter transitorio del capitalismo así como la necesidad y la certeza de su victoria. Al mismo tiempo, el marxismo barrió las antiguas visiones utópicas según las cuales el socialismo se instauraría gracias a la inteligencia y a la buena voluntad de los hombres sabios, que consideraban el socialismo como una reivindicación de justicia y moral, como si el objetivo fuera instaurar una sociedad infalible y perfecta. La justicia y la moral cambian con el sistema de producción, y cada clase tiene, en realidad, una idea diferente de ellas. El socialismo no puede ser alcanzado sino por la clase que tiene interés en el socialismo. No se trata del establecimiento de un sistema social perfecto, sino de una transformación en los modos de producción, que los lleve a una etapa superior, o sea a la etapa de la producción social.


Puesto que la teoría marxista del desarrollo social es indispensable a los proletarios en sus luchas, los proletarios procuran integrarlo en su ser; domina su pensamiento, sus sentimientos, toda su concepción del mundo. Al ser la teoría del desarrollo social en el que nos encontramos, el marxismo es el epicentro de los grandes combates intelectuales que acompañan nuestra revolución económica.


IV. - El darwinismo y la lucha de clases


El que el marxismo haya adquirido su importancia y su posición gracias al papel que ocupa en la lucha de clase proletaria es algo perfectamente conocido de todos. Para el observador superficial, en cambio, las cosas parecen ser diferentes con el darwinismo porque éste trata de una nueva verdad científica que ha de enfrentarse a la ignorancia y a los prejuicios religiosos. Sin embargo, no es difícil darse cuenta de que, realmente, el darwinismo ha tenido que sufrir las mismas vicisitudes que el marxismo. El darwinismo no es una simple teoría abstracta que habría sido adoptada por el mundo científico tras haberla discutido y puesto a prueba de forma puramente objetiva. ¡No!, inmediatamente después de su aparición, el darwinismo tuvo sus abogados entusiastas y sus adversarios apasionados; también el nombre de Darwin fue enaltecido por las personas que habían entendido algo de su teoría, y desprestigiado por quienes lo ignoraban todo de su teoría sino es aquello de que "el hombre desciende del mono" y que eran indiscutiblemente incompetentes para juzgar desde un punto de vista científico la exactitud o la falsedad de la teoría de Darwin. El darwinismo también desempeñó un papel en la lucha de clases, y por ello se extendió también rápidamente y tuvo partidarios entusiastas como adversarios encarnizados.
El darwinismo sirvió de instrumento a la burguesía en su combate contra la clase feudal, contra la nobleza, los derechos del clero y de los señores feudales. Era una lucha totalmente diferente de la lucha que llevan hoy los proletarios. La burguesía no era una clase explotada que luchaba para suprimir la explotación, ¡ni mucho menos! Lo que la burguesía quería, era deshacerse de los viejos poderes dominantes que le cortaban el paso. La burguesía quería controlar y basaba sus exigencias en el hecho de que era la clase más importante que dirigía la industria. ¿Qué argumentos podían oponerle la antigua clase, la clase que ya no era sino un parásito inútil? Sus argumentos eran la tradición, sus antiguos derechos "divinos". Ésos eran sus pilares. Gracias a la religión, los sacerdotes mantenían sometida a la gran masa, preparándola para oponerse a las exigencias de la burguesía.


Para defender sus propios intereses, la burguesía se vio obligada a socavar el derecho "divino" de los gobernantes. Las ciencias naturales se convirtieron en armas para oponerse a la creencia y a la tradición; se potenciaron las ciencias y las leyes de la naturaleza, recientemente descubiertas; fueron esas armas con las que la burguesía entabló su combate. Si los recientes descubrimientos podían poner de manifiesto que era falso lo que los sacerdotes enseñaban, la autoridad "divina" de estos sacerdotes se agotaría y se desmoronarían los "derechos divinos" que disfrutaba la clase feudal. Obviamente, la clase feudal no fue vencida únicamente así; el poder material sólo puede derribarse con el poder material; pero las armas intelectuales se convierten en armas materiales. Por ello la burguesía ascendente dio tanta importancia a la ciencia de la naturaleza.


El darwinismo llegó en el momento idóneo. La teoría de Darwin, según la cual el hombre es descendiente de un animal inferior, destrozaba todo el fundamento del dogma cristiano. Por eso la burguesía se apoderó el darwinismo con tanto empeño en cuanto hizo su aparición.
No ocurrió así en Inglaterra. Vemos una vez más hasta qué punto era importante la lucha de clases para la propagación de la teoría de Darwin. En Inglaterra, la burguesía ya dominaba desde hacía varios siglos y, en general, no tenía entonces ningún interés en atacar o destruir la religión. Por eso la teoría de Darwin no apasionó a nadie en Inglaterra, a pesar de ser muy conocida; se consideró simplemente como una teoría científica sin gran importancia práctica. El propio Darwin la consideraba así y, por temor a que su teoría desafiara los prejuicios religiosos reinantes, evitó voluntariamente que se aplicara inmediatamente a los hombres. Sólo tras muchas demoras y después de que otros lo hicieran antes que él, Darwin decidió comprometerse. En una carta a Haeckel, deploraba que su teoría chocara con tantos prejuicios y encontrara tanta indiferencia, hasta tal punto de que creía que no viviría lo suficiente para verla superar esos obstáculos.
Pero las cosas fueron completamente diferentes en Alemania; y Haeckel respondió con razón a Darwin que en Alemania, la teoría darwiniana había levantado un enorme entusiasmo. En realidad, cuando la teoría de Darwin se publicó, la burguesía se estaba preparando para entablar un nuevo ataque contra el absolutismo y los junkers. Los intelectuales dirigían la burguesía liberal. Ernest Haeckel, un gran científico y, además, de lo más audaz, extrajo inmediatamente las conclusiones más avanzadas contra la religión, en su libro Natürliche Schöpfungsgeschichte. Así pues, mientras que el darwinismo gozaba de una recepción entusiasta por parte de la burguesía progresista, también era violentamente combatida por los reaccionarios.


La misma lucha también tuvo lugar en otros países europeos. Por todas partes, la burguesía liberal progresista debía luchar contra las fuerzas reaccionarias. Los reaccionarios ocupaban ya o querían volver a ocupar el tan reñido poder gracias a sus apoyos religiosos. En tales circunstancias, incluso los debates científicos estaban animados por el ardor y la pasión propios de una lucha de clases. Los textos que se publicaron, a favor o en contra de Darwin, tenían pues un carácter de polémica social, a pesar de que los firmaban autores científicos. Muchos escritos populares de Haeckel, si se les considera desde un punto de vista científico, son muy superficiales, mientras que los argumentos y protestas de sus adversarios eran de una estupidez increíble cuyo equivalente sólo puede observarse en los argumentos utilizados contra Marx.
El objetivo de la lucha de la burguesía liberal contra el feudalismo no era llevarla a su término. En parte eso se debía a que por todas partes aparecían proletarios socialistas, que amenazaban a todos los poderes dominantes, incluso el de la burguesía. La burguesía liberal se fue calmando y las tendencias reaccionarias acabaron imponiéndose. El antiguo ardor por combatir la religión desapareció completamente y, a pesar de que liberales y reaccionarios seguían combatiéndose unos a otros, en realidad se iban aproximando. El interés por la ciencia como arma de la lucha de clases que se había manifestado desapareció enteramente, mientras se reforzaba la tendencia reaccionaria según la cual las masas deben educarse en la religión.


La evaluación de la ciencia también sufrió un cambio. Anteriormente, la burguesía instruida había basado en la ciencia una visión materialista del universo, en la que encontraba la solución del enigma de éste. Ahora volvía a dominar el misticismo; todo lo que se había solucionado se consideró insignificante, mientras que todo lo que no lo había sido tomaba una importancia enorme, abarcando las cuestiones más importantes de la vida. Un estado de ánimo hecho de escepticismo, espíritu crítico y de duda sustituyó al antiguo espíritu exultante a favor de la ciencia.


Esto se percibió también en la posición tomada con respecto a Darwin. "¿Qué demuestra su teoría? ¡Deja el enigma del universo sin solución! ¿De dónde viene esta naturaleza maravillosa de la transmisión, de dónde viene esta capacidad de los seres animados a modificarse de manera tan conveniente?" Ahí está el enigma misterioso de la vida que no puede solucionarse con principios mecánicos. ¿Qué queda pues del darwinismo después de esa crítica?


Naturalmente, los avances de la ciencia permitieron rápidos progresos. La solución a un problema siempre hace surgir nuevos problemas que resolver, unos problemas que estaban ocultos en la teoría de la transmisión. Esta teoría, que Darwin tuvo que aceptar como base de investigación, seguía siendo profundizada, y surgió un debate difícil con respecto a los factores individuales del desarrollo y de la lucha por la existencia. Mientras unos científicos dedicaban su atención a la variación a la que consideraban debida al ejercicio y a la adaptación a la vida (según el principio establecido por Lamarck), otros como Weissman rechazaban expresamente esa idea. Mientras que Darwin sólo admitía cambios progresivos y lentos, De Vries descubría casos de variaciones súbitas y saltos que tenían como resultado la aparición repentina de nuevas especies. Todo esto, mientras se reforzaba y desarrollaba la teoría de la filiación, daba en algunos casos la impresión de que los nuevos descubrimientos demolían la teoría de Darwin, y los reaccionarios saludaban por lo tanto cada uno de ellos como prueba de la quiebra del darwinismo. Al mismo tiempo, la concepción social tenía efecto retroactivo sobre la ciencia. Los científicos reaccionarios declaraban que un elemento espiritual era necesario. Lo sobrenatural y lo misterioso, que el darwinismo había barrido, iban a reintroducirse por la puerta trasera. Fue la expresión de una tendencia reaccionaria creciente en el seno de esta clase que, en un primer tiempo, se había hecho la abanderada del darwinismo.


V. - El darwinismo contra el socialismo


El darwinismo fue de una utilidad inestimable para la burguesía en su lucha contra las potencias del pasado. Era de lo más natural que la burguesía lo utilizara contra su nuevo enemigo, el proletariado; no porque el darwinismo se opusiera a los proletarios, sino por la razón opuesta. En cuanto el darwinismo hizo su aparición, la vanguardia proletaria, los socialistas, saludó la teoría darwiniana, porque en ella veía una confirmación y una realización de su propia teoría; no, como lo creían algunos adversarios superficiales, porque quería fundar el socialismo sobre el darwinismo, sino en el sentido de que el descubrimiento darwiniano (que pone de manifiesto que, incluso en el mundo orgánico aparentemente estacionario, existe un desarrollo continuo) es una confirmación y una confirmación patente de la teoría marxista del desarrollo social.
Era sin embargo normal que la burguesía utilizara el darwinismo contra los proletarios. La burguesía había de enfrentar a dos ejércitos, y las clases reaccionarias lo sabían bien muy. Cuando la burguesía combatía la autoridad de las clases reaccionarias, éstas señalaban con el dedo a los proletarios y prevenían a la burguesía contra todo debilitamiento de la autoridad. Al actuar así, los reaccionarios pretendían asustar a la burguesía para que renunciara a su actividad revolucionaria. Naturalmente, los representantes burgueses respondían que no había nada que temer; que su ciencia no refutaba sino la autoridad sin fundamento de la nobleza y en cambio mantenía el orden contra sus enemigos.


En un congreso de naturalistas, el político y científico reaccionario Virchow acusó a la teoría darwiniana de apoyar el socialismo. "Cuidado con esta teoría, dijo a los darwinianos, ya que está muy estrechamente vinculada a lo que causó tanto pavor en el país vecino." Esta alusión a la Comuna de París, hecha durante ese año célebre por la caza que en su transcurso se hizo a los socialistas, provocó su efecto. ¡Qué decir, sin embargo, de la ciencia de un profesor, que ataca el darwinismo con el argumento de no es correcto porque es peligroso! Este reproche, de ser un aliado de los revolucionarios rojos, se opuso frecuentemente a Haeckel, partidario de esta teoría. No lo pudo soportar. Intentó inmediatamente demostrar que era precisamente la teoría darwiniana la que mostraba el carácter indefendible de las pretensiones socialistas, y que darwinismo y socialismo "se apoyan mutuamente como el fuego y el agua".


Sigamos las controversias de Haeckel, cuyas ideas principales se repiten en la mayoría de los autores que basan sus argumentos contra el socialismo en el darwinismo.


El socialismo es una teoría que presupone la igualdad natural entre las personas y que se esfuerza en promover la igualdad social; igualdad de derechos, de deberes, igualdad de propiedad y de su disfrute. El darwinismo, al contrario, es la prueba científica de la desigualdad. La teoría de la filiación demuestra que el desarrollo animal va en el sentido de una diferenciación o de una división cada vez mayor del trabajo; cuanto más superior es el animal y se acerca a la perfección, más importante es la desigualdad. Esto también vale para la sociedad. Aquí también, vemos la gran división del trabajo entre oficios, entre clases, etc., y cuanto más está desarrollada la sociedad, más aumentan las desigualdades en la fuerza, la habilidad, el talento. Es necesario, pues, recomendar la teoría de la filiación como "el mejor antídoto a la pretensión socialista de igualitarismo total".


Eso también se aplica, en mayor medida todavía, a la teoría darwiniana de la supervivencia. El socialismo quiere suprimir la competencia y la lucha por la existencia. Pero el darwinismo nos enseña que esta lucha es inevitable y que es una ley natural para el conjunto del mundo orgánico. No sólo es natural esta lucha, sino que también es útil y saludable. Esta lucha favorece una perfección creciente, y esta perfección consiste en la eliminación cada vez mayor de lo inadaptado. Sólo la minoría seleccionada, aquellos que están capacitados para resistir a la competencia, puede sobrevivir; la gran mayoría ha de desaparecer. Son muchos los llamados y pocos elegidos. Al mismo tiempo, la lucha por la existencia tiene como resultado la victoria de los mejores, mientras que los menos buenos y los inadaptados han de ser eliminados. Se puede deplorar, como también se deplora que todos deban morir, pero el hecho no puede ni negarse ni cambiarse.


Queremos observar aquí cómo un cambio insignificante de términos casi similares sirve a la defensa del capitalismo. Darwin hablaba, respecto a la supervivencia de los más aptos, de quienes están mejor adaptados a ciertas condiciones. Al ver que, en esta lucha, los que están mejor organizados triunfan sobre los demás, los vencedores fueron denominados "los vigilantes" y, más tarde, "los mejores". Esta expresión fue introducida por Herbert Spencer. Al ser los vencedores en su ámbito, vencedores de la lucha social, los grandes capitalistas se proclamaron los mejores.


Haeckel mantuvo esta concepción y la sigue confirmando. En 1892, dice:"El darwinismo, o la teoría de la selección, es enteramente aristocrático; se basa en la supervivencia de los mejores. La división del trabajo aportada por el desarrollo es responsable de una variación cada vez mayor en el carácter, de una desigualdad siempre mayor entre los individuos, en su actividad, su educación y su condición. Cuanto más va avanzando la cultura humana, mayores son la diferencia y el foso entre las distintas clases existentes. El comunismo y las pretensiones de igualdad de condición y actividad, que los socialistas proponen, son sinónimos de retorno a las épocas primitivas de barbarie."


El filósofo inglés Herbert Spencer ya tenía, antes de Darwin, una teoría sobre el desarrollo social. Era la teoría burguesa del individualismo, basada en la lucha por la existencia. Luego relacionó estrechamente esta teoría con el darwinismo.


"En el mundo animal, decía, se destruye siempre a los viejos, a los débiles y al enfermo y sólo sobreviven los elementos fuertes y sanos. La lucha por la existencia sirve pues a la purificación de la raza, protegiéndola del decaimiento. Es el efecto benéfico de esta lucha ya que, si cesara y que cada uno estuviera seguro de satisfacer sus necesidades sin la menor lucha, la raza degeneraría necesariamente. La ayuda a los enfermos, a los débiles y a los inadaptados conlleva un decaimiento general de la raza. Si la simpatía, que encuentra su expresión en la caridad, va más allá de los límites razonables, falla su objetivo; en vez de disminuir el sufrimiento, lo aumenta para las nuevas generaciones. El efecto benéfico de la lucha por la existencia se observa mejor en los animales bravos. Todos son fuertes y están bien de salud porque tienen que resistir a miles de peligros que necesariamente han eliminado a todos los que no se adaptaban. En los hombres y los animales domésticos, la debilidad y la enfermedad se generalizan porque se preserva a los enfermos y a los débiles. El socialismo, cuyo objetivo es suprimir la lucha por la existencia en el mundo humano, aportará necesariamente un decaimiento mental y físico creciente."


Son los principales argumentos de los que se sirve el darwinismo para defender el sistema burgués. Por convincentes que parezcan ser a primera vista, no fue sin embargo difícil a los socialistas aniquilarlos. No son, esencialmente, sino los viejos argumentos utilizados contra el socialismo, vestidos de seda con la terminología darwiniana, y expresan una ignorancia total tanto del socialismo como del capitalismo.


Los que comparan la organización social al cuerpo del animal dejan de lado que los hombres no difieren unos de otros como difieren células u órganos, sino que son diferentes en sus capacidades. En la sociedad, la división del trabajo no puede alcanzar un punto en el que todas las capacidades tuviesen que desaparecer a favor de una sola. Además, cualquiera que entienda algo de socialismo sabe que la división eficaz del trabajo no cesa con el socialismo, sino, al revés, con el socialismo, por primera vez una verdadera división será posible. La diferencia entre obreros, entre sus capacidades y sus empleos no desaparecerá; lo que sí dejará de existir será la diferencia entre los obreros y los explotadores.


Si bien es totalmente cierto que, en la lucha por la existencia, sobreviven los animales fuertes, sanos y bien adaptados, eso no se produce con la competencia capitalista. Aquí, la victoria no depende de la perfección de los que están comprometidos en la lucha, sino de algo que se sitúa fuera de su cuerpo. Mientras que puede ser válida esta lucha para el pequeño burgués, cuyo éxito depende de sus capacidades y sus calificaciones personales, el éxito en el desarrollo posterior del capital ya no depende de las capacidades personales sino de la posesión del capital. El que dispone de un mayor capital va a vencer al que tiene menos, aunque éste esté más cualificado. No son las cualidades personales, sino la posesión de dinero lo que decide quién será el vencedor de la lucha. Cuando desaparecen los pequeños capitalistas, no desaparecen como hombres, sino como capitalistas; no se eliminan de la vida, sino de la burguesía. Siguen existiendo, pero no como capitalistas. La competencia que existe en el sistema capitalista es, pues, en sus exigencias y sus resultados, diferente de la lucha animal por la existencia.
Quienes dejan de existir como personas son miembros de una clase totalmente diferente, una clase que no participa en el combate de la competencia. Los obreros no compiten con los capitalistas, solo les venden su fuerza de trabajo. Porque no tienen ninguna propiedad, ni siquiera tienen la ocasión de comparar sus grandes cualidades, como tampoco de competir con los capitalistas. Su pobreza, su miseria no se deben a haber fracasado en una lucha competitiva a causa de su debilidad; sino que, al estar tan mal pagados a cambio de su fuerza de trabajo, sus hijos mueren masivamente aunque hubieran nacido fuertes y con buena salud; mientras que los hijos nacidos de padres ricos, incluso si nacieron enfermos, sobreviven gracias a la alimentación y a los numerosos cuidados que se les prestan. Los hijos de los pobres no se mueren porque estén enfermos o débiles, sino por razones exteriores. Es el capitalismo, con la explotación, la reducción de los sueldos, las crisis del desempleo, los malos alojamientos y las largas horas de trabajo, lo que provoca esas condiciones desfavorables. Es el sistema capitalista el que hace sucumbir a tantos seres fuertes y sanos.


Así los socialistas ponen de manifiesto que, a diferencia del mundo animal, la lucha competitiva que existe entre los hombres no favorece a los que son mejores y más cualificados, sino que destruye por la miseria a muchos individuos fuertes y sanos, mientras que los ricos, incluso débiles y enfermos, sobreviven. Los socialistas ponen de manifiesto que la fuerza personal no es el factor determinante, sino que es algo exterior al hombre; es la posesión de dinero lo que determina quién sobrevivirá y quién morirá.

Anton Pannekoek


[1]) Es necesario destacar que, poco tiempo después, en otra carta a Engels con fecha del 18 de junio de 1862, Marx cambiará su apreciación haciendo esta crítica a Darwin: "«Cabe señalar cómo Darwin reconoce en los animales y las plantas a su propia sociedad inglesa, con su división del trabajo, su competencia, sus aperturas de nuevos mercados, sus invenciones y su maltusiana lucha por la vida. Es el bellum omnium contra omnes de Hobbes (la guerra de todos contra todos), y recuerda a Hegel en la Fenomenología, donde la sociedad civil interviene como "reino animal del Espíritu", mientras que en Darwin, es el reino animal el que interviene como sociedad civil" (Marx-Engels, Correspondencia, Ediciones sociales, París, 1979). En consecuencia, Engels retomará en parte esta crítica de Marx en el AntiDühring (Engels hará alusión al "error maltusiano" de Darwin) y en Dialéctica de la naturaleza. En el próximo número de la Revista internacional, volveremos de nuevo sobre esto que se puede considerar como una interpretación errónea de la obra de Darwin por Marx y Engels.
[2]) La traducción se ha hecho a partir de la versión inglesa (1912, Nathan Weiser) y se ha mejorado basándonos en el original en holandés.

domingo, 24 de mayo de 2009

El mito de Prometeo

Ricardo Accurso
Universidad Nacional de Rosario
Argentina

En la mitología griega, la figura de Prometeo está íntimamente ligada a la humanidad. Desafiando al dios supremo, el celestial Zeus, Prometeo intenta favorecer a los hombres entregándoles el fuego -robado a los dioses-; elemento esencial no sólo en el sentido material (como punto de partida fundamental para avances ulteriores en el desarrollo de la civilización) sino también en el orden espiritual, pues el fuego es el símbolo de la vida, de la energía, de la inteligencia que mueve a los humanos.
En suma, el fuego representa la sustancia divina en el hombre, que lo diferencia del resto de los animales y lo acerca a los dioses. Este don otorgado por Prometeo a la humanidad tendrá, sin embargo, consecuencias no de del todo felices. Para poder apreciar el significado de este mito es preciso que nos adentremos en los hechos.
Prometeo es un titán, es decir, uno de los antiguos dioses descendientes de Urano (el Cielo) y Gea (la Tierra) que dominaron el mundo bajo el liderazgo de Cronos (o Saturno) en épocas primigenias, antes de ser desplazados por los dioses olímpicos liderados por Zeus, hijo de Crono y Rea. Se suele definir a los titanes como divinidades menores en comparación con los olímpicos y como seres primordiales, violentos, caóticos. En principio eran 6 varones y 6 mujeres, siendo Cronos el principal de ellos. Cronos, extremo símbolo de la ambición de poder, había destronado y castigado con una hoz a su padre Urano. Temiendo que sus hijos pudieran hacer lo mismo con él, los devoraba apenas nacidos. Su mujer/hermana Rea, no obstante, se las ingenió para esconder a uno de ellos, Zeus. En lugar de entregarle este hijo Rea envuelve una piedra entre pañales haciéndola pasar por Zeus y esconde a éste en la isla de Creta.
Más tarde, Zeus derroca a su padre e instaura el dominio de los dioses olímpicos, sus descendientes.

Los titanes no terminan de aceptar la nueva situación y se rebelan, librándose la famosa Gigantomaquía o Guerra de los Titanes contra los nuevos dioses. Según el poeta Hesíodo, Zeus y los suyos derrotan a los titanes gracias a la ayuda de los Hecatonquinos o Centimanos, seres primordiales semejantes a los titanes. Como castigo, estos últimos son condenados por Zeus a vivir en el tenebroso Tártaro.

Se suele interpretar la lucha entre los titanes y los dioses olímpicos en un sentido evemerístico como el conflicto entre las antiguas divinidades de los pueblos aborígenes de Grecia (los pelasgos) y las de los invasores indoeuropeos. El triunfo de los olímpicos simbolizaría, así, la victoria de los últimos.

Por otra parte, la figura del titán como entidad violenta, de fuerza excepcional, caótica, taimada, ha sido asociada a las fuerzas hostiles de la naturaleza que recorren bajo el aspecto de gigantes u ogros diversas mitologías y leyendas populares. Suelen residir en sitios de difícil acceso (mares, montañas, etc) desde donde desatan tempestades.

Además, su rebelión contra los nuevos dioses y el intento de escalar el Olimpo para desalojarlos puede interpretarse como la insubordinación de lo inferior contra lo superior, del caos contra el orden, de la desmesura contra la justa medida y la armonía.

Retornando específicamente a Prometeo, cabe aclarar que era el más inteligente de los titanes, no participando -debido a su prudencia- en la rebelión de sus pares más antiguos. Era hijo del titán Yápeto y de la oceánida Clímene. Por su inteligencia, prudencia y carácter benefactor es adoptado por los olímpicos. Sin embargo, sigue latiendo en él un espíritu rebelde típico de los titanes, transmitiendo ese rasgo al hombre.

Cierta versión narra que no fueron los olímpicos quienes crearon al hombre sino Prometeo a partir del barro. Para animarle, como ya adelantamos, robó el fuego divino. Este desafió a los dioses le costó caro y también a la humanidad. En castigo Zeus encadenó a Prometeo en una montaña del Cáucaso donde diariamente un buitre o águila le devoraba el hígado, que luego volvía a crecerle. En esa situación permaneció hasta que Hércules (o Herakles) le liberó con el consentimiento de Zeus, quien combinaba en su ser la venganza y la compasión. Para que no olvidara su castigo, Zeus convirtió la argolla a la cual Prometeo estaba fijado en la montaña en un anillo que siempre debería portar el titán. Era la marca de su sujeción.

Más tremendo y perdurable fue el castigo recibido por la humanidad. Al igual que en la tradición judeo-cristiana, es la mujer quien aparace, en carácter de instrumento, asociada a la degradación del género humano. La Eva de la mitología griega se llama Pandora.

Pandora fue creada por el artesano divino Hefestos por orden de Zeus para ser enviada a los hombres en carácter de condena. Hefesto la modeló con arcilla y lágrimas (símbolo del dolor y la melancolía que transmitió a los hombres). Para tornarla atractiva cada divinidad le otorgó un don, de ahí su nombre Pandora ("todos los dones"). Una vez concluida fue enviada a la Tierra junto a un jarro cerrado o caja que contenía todos los males del mundo o, según otra versión, todos los bienes. Los dioses la ofrecieron como esposa al titán Epimeteo, hermano y contrapartida de Prometeo. Otra historia indica que fue ofrecida primero a Prometeo, quien adivinando el ardir de los dioses la rechazó. El significado de Prometeo es previsor, el que anticipa los hechos en base a su conocimiento y experiencia, el que primero y después actúa. Epimeteo, en cambio, significa lo opuesto : el que actúa impulsivamente, el necio, el que primero obra y luego recién piensa acerca de lo realizado.

Epimeteo toma a la bella Pandora como esposa a pesar de las advertencias de su hermano. Movida por la curiosidad ella destapa el recipiente que contenía todos los males o todos los bienes, esparciéndose los primeros por la tierra y desapareciendo los otros. Sólo permanece en el fondo de la caja de Pandora, al ser cerrada a tiempo, la esperanza, el único consuelo que les queda así a los hombres.

Otra versión indica que no fue Pandora sino Epimeteo quien destapó el recipiente, lo cual no incide mayormente en cuanto a las consecuencias.

Consideramos pertinente efectuar algunas reflexiones para concluir con esta nota. Decíamos que el carácter compasivo de Zeus había liberado a Prometeo de la condena que antes le había impuesto. Lo mismo podría decirse en cuanto a lo sucedido con el hombre, pues primero Zeus lo castiga y luego atenúa esa condena con la esperanza, especie de bálsamo o adormidera frente a los dolores que se derramaron a lo largo y ancho del orbe. Aunque también podría considerarse que la esperanza en ocasiones constituye una tortura, una prolongación de la agonía, como lo señala Eduardo de Guzmán en su libro testimonial sobre la Guerra Civil Española titulado "La muerte de la esperanza".

Por otra parte, la condena divina por el hurto del fuego (también podría hacerse una analogía con la tradición bíblica relativa a a la manzana de la sabiduría vedada por Dios al hombre) puede representar la desaprobación de la divinidad (tanto entendida a la manera antropomórfica como en tanto leyes cósmicas) hacia la apropiación por parte del hombre de bienes o técnicas para los cuales no está capacitado espiritualmente. La divinidad columbra el uso negativo que la especie humana hará de tales poderes y trata de impedir esa apropiación o la castiga en caso de que se haya producido.