domingo, 12 de febrero de 2012

Alemania, noviembre 1918 (del Socialist Standard)

Publicamos el presente artículo que hemos traducido del Socialist Standard. Sin compartir necesariamente el 100 % de sus posiciones nos parece de una importancia crucial su reflexión de fondo: no se puede transformar la sociedad en sentido socialista sin socialistas, sin una mayoría de trabajadores que conscientemente están por esa transformación, lo cual supone también diferenciar el socialismo de las reformas o del Capitalismo de estado de tipo "soviético". Esto pone de relieve a estas alturas de la historia la acuciante necesidad de teoría revolucionaria y además efectiva (es decir que tenga una influencia real entre las masas).Prometemos futuros artículos en que precisemos a amplifiquemos nuestra posición. ICORSOC.

La revolución alemana hace 80 años fue la única revuelta a escala nacional de los trabajadores en una sociedad capitalista avanzada. Consiguió derrocar al Kaiser, pero no al capitalismo. No fue así y no se podría haber sido de otra manera ya que no había una mayoría por el socialismo entre los trabajadores.
El otoño pasado vimos el espectáculo de los trotskistas y otras variedades de leninistas conmemorar el 80 aniversario de la Revolución Rusa (de Octubre) con gran entusiasmo. El Partido Trotskista "Marxista" convocaba a una reunión para la ocasión cerca de mi recorrido habitual. Cuando pregunté en el puesto de convocatoria de la reunión sobre la revolución (con algunos folletos de aspecto muy bonito, todo hay que decirlo) cual era exactamente su plataforma, su respuesta fue "bueno ¿Conoces la Revolución Rusa?". Le conteste que era consciente de su existencia. "Bueno, nosotros, eh, bueno, pensamos que fue una buena cosa". Grandiosa, hermosa plataforma, bien pensado, amigo. Del mismo modo nuestro entusiasta local del Socialist Workers Party me animó a asistir a su gran reunión sobre la Revolución Rusa y "ver a Tony Cliff antes de morir", lo que me pareció un incentivo insuficiente para asistir a lo que sin duda habría sido una tarde muy aburrida.

Todo esto, inevitablemente, me condujo a numerosos disputa a cara de perro con este tipo de personas, acerca de por qué la Revolución Rusa no era lo mejor que nunca hubiera pasado, incluyendo un encuentro muy desagradable y aterrador con una revolucionaria profesional sedienta de sangre del SWP oficina central ("La Cheka fue necesaria, para parar los pies a los contrarrevolucionarios", dijo, y yo me planteé el suicidio, desesperado por la condición de una especie humana que produce tal tipo de "socialista"). Inevitablemente, comoquiera que aludí a los crímenes de los bolcheviques, señaló los muchos defectos de la revolución, demostró que incluso el agradable y brillante señor Lenin perpetró los tipos de crímenes que normalmente se dice que solo empezaron con ese malvado señor Stalin, ellos tenían una última línea de defensa: ". La revolución rusa degeneró debido a la invasión de incontables países extranjeros, y el fracaso de la revolución alemana"

El punto sobre la invasión en gran medida es una burla de su apoyo general para la revolución victoriosa, si en realidad no fue tan victoriosa, y por lo tanto puede ser desestimado. Sin embargo, su segundo punto es digno de un examen más detallado. Es cierto que Lenin estaba probablemente predicando el éxito de su revolución en base a una revolución socialista triunfante en Alemania y con la esperanza de que se difundiera en todo el mundo desde allí. Fino y elegante, pero todo esto cambia a Lenin de ser un hombre peligroso que creía que podía conducir al mundo hacia el socialismo, a un jugador peligroso que creía que podía conducir al mundo hacia el socialismo. Por otra parte, los defensores de esta tesis parecen muy capaces de desestimar la conclusión obvia a esta linea de defensa: que Rusia era en realidad un escenario secundario, una nota a pie de página en la historia, a la única revolución de los trabajadores intentada en un Estado capitalista avanzado; y que todas sus celebraciones sobre Rusia y el deseo de seguir su modelo son deficientes, porque Alemania es la historia del caso real que tiene que pasar el examen.

En el momento de la primera guerra mundial, Alemania era la segunda economía industrial del mundo. Esto fue a pesar de tener un tercio de la población aun viviendo como campesinos feudales, y aun manteniendo un gobierno “cuasi-feudal” bajo un gobernante hereditario autocrático. También tenía uno de los mayores movimientos obreros de Europa (a pesar de haber sido el socialismo un credo criminalizado durante muchos años en Alemania). El Partido Socialdemócrata de Alemania (el SPD) tenía más de un millón de miembros y unos 4 millones y medio de votantes, así como numerosas publicaciones, grupos sociales afiliados, etc.

El SPD aún hablaba y se reconocía como un partido socialista radical, aunque en los años previos a la guerra derivase cada vez más hacia el reformismo descarado, en parte porque se había vuelto muy institucional. Ejerciendo su propio papel y aliado con los sindicatos, era mucho más que una parte de la estructura de la sociedad. A pesar de esto, una pequeña parte de socialistas revolucionarios se mantuvo dentro del SPD, caracterizada por Rosa Luxemburgo, y que ascendía en número a entre tres mil o cuatro mil.

Los verdaderos colores del SPD se mostraron durante la guerra, cuando casi todos sus miembros en el Reichstag apoyaron abiertamente la guerra y el partido difundió propaganda en el sentido de que la guerra era necesaria para detener la amenaza de la tiranía de Rusia. Esto poco a poco dio lugar a una escisión en el SPD en tres corrientes, con la eventual formación del Partido Socialdemócrata Independiente (USPD) en el grupo parlamentario y luego más lentamente con sus propios militantes. Los constituyentes de "extrema izquierda" se constituyeron en la Spartakusbund (Liga Espartaquista) con Karl Leibknecht y Rosa Luxemburgo como miembros destacados. Sin embargo, se mantuvieron dentro de las filas oficiales del USPD.

En septiembre de 1918 estaba claro que Alemania ya había perdido la guerra. La expectativa de la mayoría de la clase dominante era preservar su estado más o menos intacto. Estaban desesperados para evitar una repetición de los acontecimientos en Rusia y el alzamiento masivo de allí. Los poderosos generales del ejército propusieron una forma de salvar al Estado alemán liberalizándolo e incorporando a algunos de los elementos más complaciente del SPD al gobierno. Estos últimos aceptaron y se unió a un gobierno con el príncipe Max von Baden como canciller.

Consejos Obreros

Bajo este régimen la situación se fue deteriorando. Los trabajadores que sufrían desde largo tiempo comenzaron a expresar su frustración por la rutina y la miseria que enfrentaban después de cuatro años de tiempo de draconianas restricciones de guerra. Más y más trabajadores, soldados y marineros desencantados comenzaron a emprender huelgas y motines. A finales de octubre la insurrección se difundió, conforme los trabajadores en todo el país se levantaban contra el gobierno. Comenzando en el puerto norteño de Kiel los consejos obreros comenzaron a constituirse en todo el país. El 5 de noviembre, Hamburgo (una de las ciudades más grandes del país) se convirtió en objeto de control por un consejo obrero. Sobre el día 8 ocurría lo mismo en las grandes ciudades de Alemania: Munich, Colonia, Frankfurt y e incluso Berlín.

El resultado de la revuelta fue que el líder del SPD, Ebert, tomó el poder, y su colega Scheidemann declaró unilateralmente a Alemania república, en un intento por apaciguar a los rebeldes poniendo fin a la dominación de la aristocracia alemana. El Kaiser se fue al exilio. Si bien esta parte de la revuelta tuvo éxito, en realidad, no hizo sino terminar el trabajo comenzado por las revoluciones de 1848, con el establecimiento de una república burguesa plena en Alemania.

Solo una pequeña parte de la clase obrera alemana era socialista revolucionaria. La gran mayoría de los trabajadores apoyaban al SPD como una cuestión de rutina, incluyendo su programa general de reforma del capitalismo. Por otro lado, los obreros revolucionarios eran pequeños en número. Cuando en febrero de 1919, la Liga Espartaquista renunciado a sus vínculos con el USPD formó un Partido Comunista Alemán (KPD) reconoció este problema: "El socialismo no puede ser creado por decreto, ni puede ser establecido por un gobierno. El socialismo debe ser creado por las masas mismas, por cada proletario". Su problema era que no había proletarios suficientes que estuvieran el socialismo. Los levantamientos de noviembre habían sido una reacción a las dificultades y la tiranía, no un deseo coherente para establecer el socialismo. Contrariamente a lo que Chris Harman del SWP escribe en su libro ‘La Revolución Perdida’, en la que condescendiente afirma que los trabajadores estaban "confundidos" por las divisiones dentro del "movimiento socialista", lo que la mayoría de los trabajadores querían era que el SPD para pusiese fin a sus penurias. Los espartaquistas reconocían que el apoyo masivo necesario para establecer el socialismo faltaba y que el socialismo no estaba en la agenda en ese momento, por lo que resolvieron oponerse a la convocatoria de una asamblea constituyente que a su juicio ayudaría a consolidar el Estado alemán y en su lugar tratar de ganar socialistas dentro de los consejos obreros.



Algunos elementos exaltados de la izquierda alemana (en el USPD y otro grupo llamados los Delegados Revolucionarios (Obleute)) no estaban satisfechos con esta realidad, y el 5 de enero de 1919 montaron el mal llamado levantamiento espartaquista ("espartaquista" en los círculos del SPD se había convertido en un cajón de sastre para cualquier persona vagamente en desacuerdo con los dirigentes, así como la palabra "trotskista" en el moderno Partido Laborista- los espartaquistas, incluida Rosa Luxemburgo, de hecho se opusieron a un levantamiento, dándose cuenta de que el apoyo de las masas por el socialismo no estaba allí. Estos elementos llevaron a los obreros de Berlín, a un golpe de Estado para tratar de hacerse con el poder, con la esperanza de que se propagase en todo el país. No pudo ser. A falta de cualquier plan los trabajadores que habían seguido a los revolucionarios gloriosos estaban en guardia esperando que se les dijera qué hacer, y cuando se les dijo era un batiburrillo de órdenes contradictorias y confusas. El 11 de enero de 1919 el gobierno del SPD envió a las tropas, los notorios Freikorps, que de manera muy eficaz aplastaron el putsch fallido. El 17 de enero, tanto Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg fueron asesinados por las tropas de los Freikorps, y Berlín estaba bajo el control del gobierno una vez más.

Aplastados por el Estado

Este fue un patrón que se repetiría en muchas partes del país, así como cualquier otra lucha o conquista de los trabajadores fueron brutalmente aplastadas por el poderío militar. Los trabajadores descubrieron demasiado tarde el peligro de seguir a líderes, y, por mucho que los bolcheviques aplastaron toda la actividad independiente de la clase obrera en Rusia para establecer su dominio, también lo hizo el SPD en Alemania para preservar el estado capitalista alemán. Los trabajadores descubrieron que los costos de la imposibilidad de luchar contra un coordinado y bien armado estado, y si poca sangre se derramó en la rebelión inicial mucha se derramó cuando fue sofocada.

Los trabajadores de Alemania, persistentemente siguieron a sus antiguos dirigentes, creyendo que éstos resolverían sus problemas por ellos, e incluso traer el “socialismo”, y por un tiempo creyeron en la palabrería del gobierno del SPD sobre la "socialización" de la industria. Al final, sin embargo, tuvieron que aprender del duro camino de la ceguera de seguir a líderes. La revolución alemana muestra, no como Chris Harman cree que si el KPD hubiera tenido más disciplina (léase que hubiese aplicado el principio leninista de "centralismo democrático" y la obediencia a la dirección) podría haber controlado más situaciones y por lo tanto conducir a los trabajadores a una revolución con éxito (en las coordenadas rusas). Es que, cuando la clase obrera no tiene la voluntad de establecer el socialismo, no puede ser, y tratar de formar socialistas en el calor de un proceso de cuasi-guerra civil es casi imposible. Ninguna cantidad de liderazgo, sino sólo una mayoría de trabajadores socialistas conscientes podrían haber llevado a cabo la revolución en Alemania. La sangrienta derrota del putsch y de los levantamientos mostró cómo la violencia, especialmente de parte de una minoría, es suicida contra un Estado persistente organizado. La historia demuestra que no es el estado en que fue "aplastado", sino los revolucionarios y muchos trabajadores inocentes también.

PIK SMEET

El Socialist Standard es el periódico del 'Partido Socialista de Gran Bretaña' miembro del 'Movimiento Socialista Mundial'.

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