lunes, 7 de septiembre de 2009

Universo: complejidad, vida y compasión en su línea de evolución (Aurora Despierta)


Da confianza en que el socialismo-comunismo democrático iría en el sentido de su desarrollo, profundizando en el de la vida. Cosmovisión científica para el cambio y alternativa a las religiones.

(Ver nota final sobre el origen de este artículo, libro de 245 pág. colocado en kaosenlared. Así el tema se hace más accesible a quien esté interesado)
Para superar el capitalismo necesitamos comprender no sólo su naturaleza, sino la humana (“Humanidad, verdugo, víctima y esperanza” en kaosenlared), las leyes de la vida y del Universo. Ello nos revelará la corriente de la existencia, el sentido de la vida y cuán reaccionario es el capitalismo decadente. Impulsará una cosmovisión alternativa a las ideologías y religiones. Reforzará la teoría revolucionaria. Y esto sólo es el comienzo.

¿Es el Universo hostil a la vida?. Si salimos de nuestra atmósfera sin más protección, moriremos. Incluso con nuestra actual tecnología no tendríamos suficiente protección en el espacio exterior o sus proximidades en caso de eyección de masa coronal durante una tormenta solar de las que justo nos protege el campo magnético terrestre. El Universo es para nosotros, fuera de las acogedoras condiciones de nuestro planeta, muy duro sin los recursos de la más sofisticada tecnología y lo seguirá siendo en el futuro. De modo que si lo vemos desde nuestra perspectiva de humanos y terrícolas parece que el Universo sí es hostil a la vida. Sin embargo no conocemos la suerte de la vida en el conjunto del Universo, si abunda o no y hasta qué punto está evolucionada. Visto desde la perspectiva de la totalidad del cosmos, sea mucha o poca la vida que albergue, no creo que pueda considerársele hostil a la vida, sino al contrario. A diferencia de otros posibles universos, en las leyes más básicas de éste se otorga una gran oportunidad al surgimiento de la vida gracias a la duración del Universo, al tiempo de existencia de las estrellas y otras condiciones más complejas en las que no voy a entrar y se pueden encontrar en los libros recomendados en la bibliografía mínima del final. La rutina de la materia inerte no es la creación de materia orgánica y vida, sino la prolongación en diversas formas de materia inerte, predominando la más simple (hidrógeno, helio). La actitud exigente y quejica es muy antropocéntrica, humanamente caprichosa, de seres “consentidos” pues el Universo, a pesar de su “hostilidad”, ha sido capaz de preparar, al menos en la Tierra, un nido acogedor para la vida. No somos especiales en el sentido antropocéntrico (finalidad del cosmos, cumbre de la creación divina, destino del Universo, diseño inteligente, plan divino, Principio Antrópico...), sino en el sentido de ser una creación involuntaria y prodigiosa de la materia más humilde, un regalo del cosmos por el que debemos sentirnos afortunados.

Simplificando, para entender lo fundamental, no es lo mismo decir “PARA QUE la inteligencia sea posible en el Universo, en su comienzo ha tenido que ocurrir X” que “X ha ocurrido PARA QUE haya vida inteligente en el Universo”. El primer enunciado expresa una condición, busca una causa y el segundo encuentra una finalidad, propósito. Confundir el primero con el segundo es un error de pensamiento teleológico (finalista), emparentado con el teológico de la creación o diseño inteligente divino. La inteligencia es una posibilidad, no un imperativo, que se ha dado a partir del potencial comprendido en las condiciones iniciales, pero -por lo que conocemos- tras un complicado y aleatorio proceso evolutivo que después de alcanzar en algunas fases una gran complejidad ha terminado con extinciones masivas para volver a ascender en una variedad muy diferente e imprevisible de especies que también han acabado extinguiéndose, hasta que, al fin, en una de esas oportunidades ha llegado a producirnos fortuitamente. Que las condiciones iniciales sean asombrosas por su ajuste fino e improbable al menos según nuestra actual comprensión científica, no significa que haya una intencionalidad en su diseño sino, lo más probable, un resultado de los muchos, más o menos afortunados, en la variedad de evoluciones de la energía-materia, uno de los tal vez múltiples universos existentes.
El surgimiento de la vida, según los biólogos, implica en sí tanta complejidad en el funcionamiento de la materia que no se daría con facilidad. De darse, lo más probable es que no sobrepase sus formas más elementales (bacterias) que son las que dominan nuestro planeta. Una mayor complejidad sería probable pero sólo marginal. En cuanto a la inteligencia, puede no aparecer nunca, dada la sofisticación de la materia implicada. La principal ventaja de la complejidad no es la mera supervivencia, pues las bacterias se las arreglan muy bien para eso, sino que da una oportunidad al conocimiento, la consciencia, la inteligencia y de ahí la intervención compasiva y respetuosa con el resto de la vida y el cosmos.

Si el surgimiento de la vida y de la inteligencia fuesen algo inevitable en el Universo -como creen muchos astrónomos contra el criterio de muchos biólogos-, este Universo sería sin duda amigable para la vida. Si la vida y la inteligencia fuesen extraordinariamente improbables y resultado de un proceso muy aleatorio, no por ello concluiríamos que el Universo sea hostil, pues a pesar de la dificultad para la materia de producir vida inteligente, lo ha conseguido, lo que nos haría más afortunados por haber alcanzado esa condición excepcional.

¿Podemos confiar en el Universo?. Si aceptamos la convención de arriba y abajo en el cosmos y nos acercamos a nuestro planeta desde el polo Sur, lo veremos suspendido en un abismo sin fondo, en un Universo inabarcable que escapa absolutamente a nuestro control, conocimiento y, en gran parte, comprensión. Si los astrónomos están en lo cierto, el Universo continuará su expansión hasta la extinción de las estrellas y con ellas, de la vida. Si nos fijamos en la muerte, las enfermedades, los sufrimientos, la explotación, la lucha por la supervivencia, la predación, la “escalada permanente en la guerra armamentística” de los seres vivientes, la competencia, lucha y evolución entre las especies, la matanza universal como sostén de la vida animal o más primitiva (virus, bacterias), colosales transformaciones geológicas, terremotos, tsunamis, erupciones volcánicas, impacto de asteroides, dramáticos cambios climáticos, ciclos de abundancia y escasez de vida, extinción en masa de especies, estrellas gigantes rojas, supernovas, agujeros negros, etc podemos concluir que el Universo merece poca confianza. Podemos morir en cualquier etapa de nuestra vida (infancia, juventud, edad adulta, vejez) víctimas de un ser incomparablemente menos complejo (virus, bacteria) o del accidente más tonto. La enorme inversión en términos de evolución del cosmos y de la cultura humana que supone la creación y desarrollo de un ser humano hoy, puede perderse antes de que alcance su madurez, se reproduzca o pueda transmitir el bagaje cultural de su experiencia de la vida. Miles de personas buenas y capaces de contribuir a la corriente de humanidad en nuestra especie pueden ser eliminadas por un puñado de psicópatas y los egos que colaboran con ellos, incapaces de aportar nada pero que están situados en posiciones de poder; por no hablar del psicópata “por libre”, criminal y “asesino en serie”.

Pero, al menos en parte de esto, parece consistir precisamente el juego de la vida y muchos fenómenos violentos la hacen posible y también su evolución. Tan “milagrosa” como la existencia de cada ser humano lo es la de todos los seres. El “milagro” es la esencia del juego trágico de la vida. Ahí estaría su gracia, como el humor del absurdo. Nuestra existencia no es más absurda que la del conjunto del Universo condenado a la extinción pero que ha dado lugar al fenómeno de la consciencia y la inteligencia. No es el mejor universo imaginable pero es el que existe y ante la imposibilidad de cambiarlo, debemos aceptarlo, reconociendo su lado positivo y que siempre es mejor que nada. La vida no incumple ningún contrato o promesa. No es una estafa, sino más bien un juego arriesgado, a veces una broma divertida, otras una broma pesada. La matanza generalizada, la extinción, destrucción, catástrofes, crean las condiciones para alguna ventaja evolutiva de la materia y la vida.

La materia, dentro de sus limitaciones e inconsciencia, en el desenvolvimiento de la dinámica creada por el juego entre el azar y la necesidad, desde un desequilibrio relativo y la selección natural de los procesos fisico-químicos más productivos o estables, acaba sacando de sí el mayor partido posible. Por esa vía tal vez exista ¡una evolución de las leyes naturales! (Lee Smolin, en el programa 400 de “Redes”, TVE2, 30-V-2006). ¡Nosotros somos la prueba de que no le sale tan mal para no saber lo que hace!. La destrucción, la muerte, etc, parece ser el peaje del viaje de la materia por la vida hasta la consciencia y la inteligencia, también la compasión, al menos en nuestro planeta. El Universo es un gigantesco campo de juegos cuyas reglas básicas son las leyes de la materia y de la evolución de la vida. Como todo juego tiene su principio y su final, piezas que entran en él y se sacrifican, jugadores perdedores y ganadores. Un juego con reglas, pero sin un propósito, plan, dirección, finalidad, flecha; sólo ponerlo en marcha y a lo que resulte, aunque esté predestinado, al parecer, a terminar. La combinación de leyes y azar han dado lugar, al menos en nuestro planeta, al surgimiento de la consciencia, aunque no estaba predestinada, no era inevitable. Lo peor de este juego es cuando algunos hacen trampa o pretenden manipular las reglas a su favor sacando ventaja sobre los demás.

La evolución de la materia y la vida no obedece a los designios de una inteligencia (Dios), no hay en ella un propósito. Si es el resultado de un mecanismo ciego debemos estar infinitamente más sorprendidos y agradecidos por la parte que nos toca que quejosos por los costos de su desenvolvimiento.

El más tonto puede encender un televisor sin comprender nada de los conocimientos que han sido necesarios hasta llegar a producir un aparato tan sofisticado de un manejo tan sencillo. Un idiota, con igual facilidad, puede destruirlo. Cuando provocamos la extinción de una especie (aunque sea un insecto) nos estamos cargando una rama de la evolución y sus posibles futuras derivaciones; para siempre, de modo irreversible y en muy poco tiempo, cuando a la Naturaleza le ha costado miles o millones de años producir lo irrepetible.
Una pareja humana, en sólo unos pocos minutos, puede poner en marcha el proceso por el que, el cuerpo de la mujer, sin apenas intervención de su “yo”, se encarga de producir una nueva criatura de nuestra especie. Lo que a ella le cuesta nueve meses es el resultado final del “trabajo” evolutivo de toda la historia del Universo hasta hoy. Cada bebé, al nacer, sale de un “túnel del tiempo” de 14 mil millones de años. Un viaje inevitable para todo nacido al que nadie está destinado. A través de un acto tan simple somos partícipes ahora de lo que el Universo ha necesitado una eternidad en producir; una nueva persona, consciente, capaz de admirar y amar la vida, que está aquí sin tener por qué.

En el acto reproductivo sexuado entre las plantas encontramos una evolución en el sentido de mayor exigencia de cooperación. En unas especies, la fecundación se deja confiada al azar del viento, pero en otras se precisa la participación de insectos o aves para la polinización. En las especies animales encontramos una amplia escala, desde la simple sincronización en la emisión de las células sexuales (corales en determinada noche lunar), la proximidad (peces machos y hembras no se unen, sólo depositan juntos sus células reproductivas, en el desove), a la unión sexual por penetración. En la responsabilización entre machos y hembras por la descendencia vemos también una gradación en la relación, desde exclusivamente para el acto sexual, asegurarse la concepción, protección durante la gestación y nacimiento, durante largo tiempo asegurando la crianza de la nueva generación... lo que puede llegar a formas sofisticadas de división de tareas y compromiso del macho (caballito de mar, pingüino emperador).

El cuidado de la prole tanto por parte de la hembra como del macho, está más extendido entre las especies de lo que tendemos a pensar, incluso entre los invertebrados. Está presente en especies que no son sociales. Esta relación es un gran salto evolutivo pues la vida ya no es sólo luchar, protegerse entre los semejantes y el contacto ocasional para el apareo, sino una relación estrecha, sostenida, que implica el desarrollo de lazos emocionales, muchas veces entre los progenitores, pero casi siempre entre la madre y la cría, de diferente gradación según las especies, que supone interés no egoísta y cuidado por el otro.
Aunque en las mismas especies cuidadoras de su descendencia encontramos casos de canibalismo, asesinato de los hijos de otro macho para aparearse con su hembra, fratricidio entre las crías sobre todo cuando escasean los recursos, en líneas generales, el cuidado de la descendencia trae al mundo las bases para la empatía, la simpatía, la compasión. Fundamental para la plena comprensión de la interdependencia de todo, y de la existencia como tesoro y “milagro” y sus implicaciones: el cuidado por lo que forma parte de la red de la existencia que nos sostiene a todos, que no existirá siempre y es irrepetible. Es así como la compasión y el amor acaban formando parte del sentido de la vida, de su propia existencia, garantía de su perpetuación y evolución. Esto es también un resultado del “frío” e “indiferente” Universo; no podemos decir que la vida es “cálida” mientras que las estrellas no lo son, pues la vida sólo se origina y existe gracias a la materia estelar, su luz, calor y elementos pesados. La vida en la Tierra no es ni una excepción ni contraria a las leyes del Universo; ni nuestro hogar natural algo construido frente a la hostilidad de la naturaleza cósmica, pues gracias a la larga duración de las estrellas se da tiempo a la vida para evolucionar. Aunque fuera de la biosfera el Universo pueda ser letal para nosotros sin la protección adecuada al no ser nuestro hábitat ni medio natural para la evolución de la especie, es gracias, no contra o a pesar del Universo que surge la compasión. La compasión es un gran salto en la evolución. Seres como nosotros con una capacidad de impacto enorme sobre el resto de la naturaleza, superior a la de cualquier otra especie y comparable a los grandes fenómenos geológicos o astronómicos, al no ser una fuerza ciega sino consciente, debemos mirar más allá del azar y el derecho de la fuerza, valorando lo más preciado del cosmos, la biodiversidad, la compasión, la consciencia, para asegurarnos de su continuidad en lugar de echarla a perder tras un esfuerzo natural de tantos millones de años. La compasión introduce la moderación, la prudencia en la expansión de la vida que podría lanzarse desbocada por los derroteros de la dominación, la fuerza, el atropello y la aniquilación de otros. La compasión establece los límites de sentido (por qué vivir) para una vida humana humanizada y por tanto, las finalidades (cómo y para qué) a fijarse. No quiere decir que la compasión esté predeterminada en la evolución de la materia, sino simplemente que aquí así se ha dado y siendo nosotros parte de esto, debe considerarse en nuestra concepción de sentido. Y creo que es una suerte que la compasión, la consideración por otras existencias y de ahí al cuidado por lo existente, otras formas de la materia, haya pasado a formar parte de la evolución, para la que tiene sin duda una funcionalidad pues la favorece preservando lo más complejo, costoso y frágil, que puede ser también lo más capacitado para un mayor cuidado por mayor potencial de evaluación del mundo; la compasión cuida de la compasión.

En algunas películas de ciencia-ficción se expone la existencia de una especie depredadora desalmada, consumidora de mundos. Acaba con los recursos del planeta, lo degrada, extermina las especies en su provecho o por desconsideración y tiene que mudarse a otro, lo que no le resulta difícil por su extraordinaria tecnología espacial. Que no utilicen la tecnología para preservar su hábitat, se explica por su falta de compasión con las demás especies; por eso también están dispuestos a acabar con nosotros como si fuésemos cucarachas. En este supuesto se cumpliría la regla evolutiva de que sobrevive quien se adapta al medio o es capaz de buscarse otro medio y, más vulgarmente, la victoria del más fuerte. Pero sin duda, se produciría un enorme empobrecimiento del cosmos, evitable con la debida compasión o cuidado considerado. Así que una compasión bien entendida dejaría más posibilidades abiertas a la evolución del cosmos, en particular de la vida y por tanto al desarrollo de la conciencia, por improbable que pueda ser.

Recuerdo haber visto en un documental emitido en la televisión a una leona mutilada de una pata que sobrevivía porque los demás miembros de la manada (parientes) permitían que comiese de lo que ellos cazaban y la daban protección. En otro documental, un hombre joven que tiene un zoo moderno, con amplios espacios al aire libre, ha criado desde el biberón a varios leones machos y hembras y hienas. Esto y un trato muy respetuoso, sin violencia, le ha permitido establecer con ellos una relación asombrosa de cordialidad y confianza incluso con una leona con cachorros recién nacidos. Los animales, aunque no tienen que cazar para alimentarse, conservan muchos de sus instintos, como demuestra su reacción cuando ven a los de otras especies. Pero en el trato con su criador, casi parecen perros domésticos, pues lo ven como a una gran madre, hermano mayor, con manifestaciones de alegría y afecto indudables cuando entra en su territorio, totalmente vulnerable. Los murciélagos vampiros regurgitan la sangre para alimentar al compañero que sufre inanición, aunque no sea pariente. Se han encontrado restos humanos del Paleolítico que demuestran el cuidado por la comunidad a personas adultas que ya no podían valerse por sí mismas. Este comportamiento compasivo no es exclusivo de la humanidad aunque sea más raro entre los animales.

La relación de apego entre madre y cría, en los animales más inteligentes y menos autosuficientes al nacer, será fundamental para la supervivencia de la descendencia y el aprendizaje de su autonomía. En nuestra especie es clave tanto para eso como para la constitución de una personalidad sana (estudios a partir de John Bowlby) por lo que es responsabilidad de la comunidad poner los medios para que la relación de apego se desarrolle normalmente pues la empatía, la compasión, la solidaridad, el amor, dependen en gran parte de ello. Es demasiado lo que está en juego como para arriesgarlo con mezquinos criterios economicistas tan propios del capitalismo, de dominio de género o de una equivocada orientación en la igualdad social fruto de una sociedad tan competitiva e individualista. Nuestra mejor inversión en el futuro es una maternidad deseada, protegida y una infancia querida y feliz. Durante al menos en el primer año de vida del bebé, la maternidad debe tener toda la prioridad. Posteriormente a la madre se la apoyará para recuperar, si hace falta, cualificación profesional o lo que fuere, con una discriminación a su favor. Cualquier dificultad o inconveniencia hoy existente es superable en una civilización que entienda bien cuales son las prioridades y aporte los recursos económicos, sociales, asistenciales, relacionales, etc, para ello, cuando no imperen los criterios monetarios, explotadores y competitivos del capital sino los de los trabajadores/as asociados. Debe hacerse mucho más de lo que hoy se hace, incluso en sociedades ricas que paradójicamente son en este aspecto menos cuidadosas (EEUU) que otras con menos recursos globales. ¡Menos dinero en armamento y en las cuentas bancarias de la burguesía y más atención a la maternidad y la infancia!. ¡Ni una mujer discriminada laboralmente por su género o maternidad!. ¿Deberá generalizarse la esterilidad masculina para que entendamos la descendencia -controlada- como una bendición y nunca más una carga social?. Esto es respeto consecuente por la vida.

La capacidad de empatizar, simpatizar, tiene relación con la capacidad de comprender y con la inteligencia llamada “inteligencia emocional” clave para un buen uso de la inteligencia en general. Un psicópata puede tener una gran inteligencia “instrumental” pero al carecer de empatía, simpatía, su inteligencia es ciega y puede convertirse en una seria amenaza para los demás, yendo a contracorriente de lo más avanzado de la evolución y de los intereses de la Humanidad. En esta línea parece abundar, con un interés más inmediato, el reciente libro de Katherine Ellison “Inteligencia maternal” (editorial Destino 2006) que aún no he leído.

¿Por qué la compasión sería un paso más en la evolución del Universo?. Si aceptamos que lo es la corriente a la creciente complejidad y organización de la materia, el logro de la vida, la consciencia e inteligencia, también lo sería la compasión cuando en su versión más primitiva ayuda a la procreación al proteger a la prole, pero más aun por la contribución de la compasión a afinar y orientar debidamente la inteligencia. Con una mayor complejidad e inteligencia hay una mayor inversión por parte de la Naturaleza en una especie y de los progenitores en su descendencia. Es tal el esfuerzo invertido que es normal haya un cuidado especial para no perderla por accidente, ataque depredador o de miembros de la misma especie. Esa tendencia llevará también a la colaboración entre los miembros adultos de la especie para su particular supervivencia y facilitar la de su descendencia. En su forma más elevada nos encontramos con la compasión humana.

Si la ley del Universo fuese simplemente la ley del más fuerte y astuto, adelante, prosigamos con la gran extinción de las especies, condenemos a los más pobres y desamparados, lancémonos a la guerra nuclear, química y bacteriológica y que gane “el mejor”. Imaginemos una pandemia mundial causada por algunas bacterias o virus resistentes a nuestra medicina y capaces de terminar con nuestra especie. Con ese criterio, si una inteligencia extraterrestre fuese testigo y pudiese intervenir a nuestro favor, no debiera hacerlo pues sería “ingerencia en asuntos internos de la vida en otro planeta”, esperaría indiferente al triunfo de lo que ni siquiera es una vida completa (virus) y aplaudiría su poder si mutase y acabase por afectar a otras especies provocando una gran extinción en masa mayor que todas las padecidas en la historia de la Tierra. La compasión impediría este brutal retroceso de la evolución y por tanto se mostraría del lado del progreso en el Universo. Pero creo que harían bien en aprovechar para imponernos algunas condiciones que trajesen más sensatez y responsabilidad a nuestro mundo. ¡No iban a salvarnos para que nosotros terminásemos provocando una extinción en masa a la vez que suicidarnos!. Si nos negásemos en redondo, más valdría que una plaga acabase con otra antes de que se extendiese por el Universo poniendo tal vez en peligro a quienes mostraron más compasión que nosotros.
Incluso en el supuesto de que de dos especies inteligentes con sus civilizaciones fuesen absolutamente incompatibles e inevitable el exterminio de una u otra, esto no demostraría que la dinámica del Universo es la del triunfo del más fuerte. ¿Qué especie merecería ganar?. ¿La más especiecéntrica, exclusivista, depredadora, violenta y cruel?. No. Aquella que mejor permitiese un espacio para otras, para la biodiversidad, dejando por tanto abiertas más posibilidades para la evolución, luego para otras vías hasta la consciencia. Esto es, en suma, consideración por la existencia ajena, interés, cuidado por la vida, la traducción en términos evolutivos, de la compasión bien entendida. Si ganase la especie menos considerada supondría un enorme perjuicio en esa región del cosmos. Este criterio debería servir, llegado el caso, a otras especies para decidir sus apoyos y alianzas.

La biodiversidad es importante pues no debemos conformarnos con sólo una modalidad de consciencia y de inteligencia como la nuestra. Por ejemplo, un ser extraterrestre de las profundidades submarinas o subterráneo (cavernas) que viviese en la más completa oscuridad pero hubiese llegado a un grado de inteligencia comparable a la nuestra con su tecnología y ciencia, tendría una consciencia de sí, de su mundo y del cosmos y un cuerpo de ciencias con unas preocupaciones, perspectivas y recorridos muy diferentes a los nuestros, aunque tal vez tan eficientes o más. Pues nuestras ciencias están más condicionadas de lo que creemos por nuestras características biológicas (animal de superficie, sobre todo visual, con una gravedad, presión y densidad atmosférica, velocidad de los vientos, visibilidad, etc que hacen comportarse a los cuerpos y tomar conciencia de ellos de un modo particular). De aquí la importancia del respeto al extraño, al que tal vez seamos incapaces de comprender por las enormes dificultades para traducir los términos de ambos conocimientos. Una inteligencia así, a su modo, puede tener una comprensión del cosmos tan válida como la nuestra o tal vez superior (una reflexión interesante sobre la ciencia humana y la extraterrestre en “¿Es la ciencia universal?” de Jean-Marc Lévy-Leblond en Le Monde Diplomatique edición española, nº 129, julio 2006).

Antes de que nos instalemos fuera de nuestro planeta debemos superar nuestras miserias o acabaremos exportando nuestros infiernos al cosmos convirtiéndonos en una amenaza potencial para otros seres. Nuevamente la compasión será un factor de progreso en el Universo.

Apelar al “egoísmo inteligente” no será motivación suficiente para detener la máquina social de destrucción humana y planetaria que hemos creado pues seguiría siendo parte de una mente egoica. Sólo la superación de la identidad ilusoria separada del mundo, de los demás seres, nos dará la capacidad para crear una dinámica compasiva (simpatía, fraternidad, responsabilidad) que nos salve a todos.

No está claro que la complejidad de los seres vivos, a diferencia de la materia inerte, responda a una tendencia y no a un proceso aleatorio cuyo resultado, llamativo pero marginal, sea la complejidad. Puede que la complejidad se deba sólo al azar, o a un grado de probabilidad pero no a una tendencia como la de descender por un plano inclinado. En todo caso, los pasos hacia una menor complejidad se han dado cuando resulta más económica y mejor para asegurar la supervivencia o cuando una gran extinción sencillamente ha eliminado la mayoría de los organismos en particular los más complejos, siempre más vulnerables aunque sólo sea por su dependencia de una cadena trófica más larga o de la interacción entre especies también complejas o porque la cadena trófica se reduce casi al mínimo entre lo simple y lo más complejo. Pensemos en qué ocurriría con las ballenas, organismos muy complejos resultado de una larguísima y complicada evolución (mamíferos terrestres vuelven al mar) si por un pequeño cambio en el medio marino (elevación de la temperatura) escasease o se extinguiese el krill, crustáceo del placton del que se alimentan (una amenaza muy real por el calentamiento climático); o las plantas con flores que dependen de pájaros para la polinización y para transportar (comidas), las semillas a lugares donde tengan más probabilidades de prosperar, si esa ave desapareciese, o si desapareciese la planta, un ave que dependa mucho de ella.

Muchísimas especies extintas eran más sofisticadas que muchas de las sobrevivientes. Un cambio brusco en las condiciones ambientales puede conducir a la desaparición de animales o vegetales altamente complejos para ser sustituidos por otros, adaptados sí, pero claramente más simples o menos numerosos y variados. Las extinciones en masa han supuesto a veces un retroceso en la evolución de la vida, perdiéndose la variedad, complejidad y sofisticación acumulada. El progreso, la complejidad y variedad son sólo una ligera tendencia, sobre todo algo aleatorio, y tal vez venga de donde uno menos se lo espera. Antes he dejado en mal lugar a los virus por su amenaza, pero tal vez debamos a ellos los grandes saltos en la evolución si es verdad que no sólo infectan problemas sino material genético recogido del individuo de una especie a las células sexuales (gametos) de otra que transmitiría la variación genética (mucho mayor de la habitual) a la siguiente generación. Quién sabe si los virus no sólo nos pueden transmitir una enfermedad letal de otra especie (gripe de las aves) conduciéndonos a la extinción, sino información genética de otra especie provocando un cambio en individuos de la nuestra dando lugar a un nuevo y mejor homínido. Si no hay enemigo pequeño, tampoco debemos infravalorar a los minúsculos y simples pues tal vez lleguen a ser nuestros mejores aliados. El enemigo de ayer puede ser el amigo de mañana. Si extinciones masivas de especies fueron provocadas por el impacto de asteroides del espacio exterior quizás por similares mensajeros (meteoritos) llegase a nuestro planeta la materia orgánica origen de la vida, incluso bacterias, atrayendo la Tierra -con la fuerza de la gravedad (curvatura del espaciotiempo)- a los asteroides, cual óvulo al espermatozoide para ser fecundado (panspermia).

Si la complejidad es una potencialidad de la evolución, aunque muy secundaria en comparación con la inercia a la simplicidad (casi todo lo que existe son bacterias y seres unicelulares), la variedad depende mucho más del medio ambiente. Cuanto más variado sea (llanos y montañas, seco y húmedo) y haya ámbitos aislados (islas, continentes separados), más variedad genética se producirá. Pero si la tendencia de los continentes es nuevamente a juntarse, en un futuro lejano, si no nos hemos cargado antes el planeta, la uniformidad del medio hará que se reduzcan drásticamente la variedad de especies adaptadas al mismo. En tanto, no debemos ser un factor de extinción superior a lo que sería la dinámica de la naturaleza sin el impacto de nuestra tecnología más agresiva, salvo en el caso de amenaza a nuestra supervivencia (bacterias, virus...).

Decimos muchas veces que la vida es injusta cuando es resultado del azar que nos perjudica o, más veces de lo que sabemos reconocer, de nuestra propia estupidez o injusticia. Si nos va bien, no pensamos que la vida es injusta, aunque tal vez el caso lo sea. Si nos quejamos de lo injusta que es la vida tendremos que rastrear hasta la “injusticia” primera y más radical: todos los potenciales seres que nunca han existido, ni siquiera han sido concebidos, aunque tenían todo el potencial para ello, pero no disfrutaron de una oportunidad, mientras que nosotros, los vivos y muertos, sin mayor mérito para nacer que ellos, desaprovechamos más o menos nuestra suerte. La queja llevada al extremo cuestiona las mismas condiciones que hacen posible la vida, revelándonos su absurdidad, ayudándonos a relativizar otras reclamaciones del mismo corte.

Dicen los astrónomos que tal vez existan otros muchos universos pero con leyes muy diferentes al nuestro y que las condiciones para que se dé un cosmos en el que sea posible la vida son extraordinariamente precisas, “milimétricas”, de ajuste finísimo, casi imposibles, pero en el nuestro, pues en alguno acabarían por darse en esa lotería, se han dado. Tal vez en este Universo existan modos de vida más plácidos que los de nuestro planeta. Si nuestra perspectiva se amplía y comprendemos el “milagro” de que de una singularidad de un tamaño muy inferior al átomo surgió el Universo, luego la vida y la consciencia y cada uno de nosotros, entenderemos que difícilmente puede haber una “nada” más fértil y generosa. Somos el resultado “milagroso” de un Universo “imposible” en el que la materia de las estrellas ha alcanzado la proeza de comprenderse a sí misma a través de nuestra consciencia y la de otros seres probablemente.
Pero si tenemos la fea y estúpida costumbre de escupir al cielo, no podemos culpar del resultado a la ley de la gravedad. Estamos creando, con un tesón digno de mejor causa, las condiciones para una catástrofe medioambiental de las que se toma nota en la historia geofísica de la Tierra. Si esto sucediese, basta imaginar un poco las implicaciones sociales a escala planetaria para entrever los conflictos provocados por los macro-egos (nacionalismos, imperialismos, fundamentalismos religiosos, clasismos, etc), en lucha por la supervivencia cuando ya somos capaces de matarnos por falsos problemas. El desastre climático y medioambiental sería ¡la menor preocupación!. Si queremos evitarlo, amén de otras medidas sociales revolucionarias, debemos realizar un trabajo con toda la dinámica que lleva a la creación de egos y macro-egos, para superarla.

Si pudiésemos observar el Universo de un vistazo y en muy poco tiempo asistir a su desarrollo, entenderíamos los sucesos integrados en ese Todo, con el azar y la libertad jugando entre los márgenes puestos por la necesidad. Pero la necesidad no es rígida. El azar crea necesidad cuando provoca, por ejemplo, mutaciones genéticas que abren nuevos caminos a la evolución, o de modo más ordinario, cuando con el sexo se combina el aporte genético de dos individuos unidos por el azar, permitiendo una mayor variedad en la descendencia y por tanto en la capacidad de adaptarse al medio cambiante. Así, la necesidad favorece al azar.
Recorrer los millones de galaxias y mundos extraños hasta localizar la nuestra, el Sol y descender junto a uno mismo caminando por la calle, sería similar a explorar por primera vez todo un gran continente, fijarse en alguna de sus selvas y descender hasta una hormiga de uno de los millones de hormigueros. Un ser que forma parte de algo inmenso de lo que depende de un modo u otro su existencia misma. La hormiga no puede explicar el Universo desde su posición. Sólo desde la perspectiva del Universo podemos entender el sentido de la hormiga.

Sin embargo, espontáneamente vemos el mundo y el Universo desde nuestra perspectiva de especie y horizonte limitado. Así en nuestras fantasías trasladamos al espacio exterior nuestros conflictos y guerras y no entendemos lo absurdos que deben ser, a escala del cosmos, los miserables problemas con los que nos hacemos la vida imposible y desperdiciamos nuestro estatus de seres inteligentes quedándonos al nivel de las hormigas legionarias soldado y sus expediciones por la selva, pero con menos disculpa. Es decir, todo lo contrario a la propuesta de este artículo.

Libros relacionados recomendados: Aunque sólo los he leído muy por encima, dos libros que me parecen prometedores: “La ventaja evolutiva del amor. Un estudio científico de las emociones positivas” George E. Vaillant, Rigden-Institut Gestalt, Barcelona, marzo 2009, 300 páginas. “La mente moral. Cómo la naturaleza ha desarrollado nuestro sentido del bien y del mal.” Marc D. Hauser, Paidos, 2008, 500 páginas.
Nota sobre el origen del artículo: Este artículo es una trascripción parcial del libro (245 pág A4) ¿Quién soy? ¿Cuál es el sentido de la vida?. Respuestas para orientarnos en un mundo en crisis. Del cambio climático al cambio de civilización, colocado en Kaosenlared el 31-X-07 y adaptado para imprimirlo mejor, el 4-XII-07.

Artículos míos relacionados: Humanidad, verdugo, víctima y esperanza en Kaosenlared el 19-IX-2008. Una exposición somera sobre la génesis de la identidad personal y la ilusión del ego, en el librito Holocausto judío, identidad y psicología nazis. Un fenómeno propio de la civilización capitalista en decadencia, en kaosenlared el 12-XII-07.

Para localizarlos y conocer otros sobre diversos temas que voy publicando en kaosenlared.net, con el buscador de kaosenlared por Aurora Despierta luego seleccionad por Autor y Procedencia, Ordenado por Fecha, y Durante los últimos Todo Kaos, Buscar. (en varias páginas, fijarse en la firma, no son míos todos los que aparecen, sí “Siglo XXI, perspectivas”).