lunes, 27 de febrero de 2012

Jean van Heijenoort-De revolucionario trotskista a lógico matemático

Por Gabriel García Higueras
Gabriel García Higueras (Lima, 1966), es historiador, y autor de un espléndido trabajo titulado Trotsky en el espejo de la historia (Lima, 2005).

No pretendemos enlazando a este artículo reivindicar a Trotsky o al trotskismo, sino reivindicar críticamente la figura de un revolucionario, que tras ser intimo de Trotsky fue capaz de cuestionarse ciertas "certidumbres", como la política de los bolcheviques tras la toma del poder o a indagar en los nuevos métodos matemáticos y lógicos que nos pueden servir para entender la realidad, superando los esquematismos de una "dialéctica" pseudo-marxista que se refugiaba en fórmulas huecas para evitar de investigar y seguir profundizando en el conocimiento de la realidad concreta. ICORSOC.

http://www.fundanin.org/garciahigueras4.htm

miércoles, 22 de febrero de 2012

Por una revolución no violenta (Democratie Communiste (Luxemburguiste))

"Un objetivo que necesita medios injustos no es un objetivo justo" (Karl Marx)[1]

La ideología dominante califica de "violentos" a numerosos métodos de acción, en realidad legítimos, del movimiento obrero democrático, como los piquetes de huelga, las ocupaciones de centros de trabajo,... Ejemplos de esta criminalización por parte de la burguesía, los gobiernos y sus medios de comunicación hemos podido verlos (y padecerlos) en cada una de las Huelgas Generales desarrolladas en España, en las que se asimilaba a los piquetes sindicales, de forma malintencionada, a las prácticas mafiosas. O en las ocupaciones en Argentina de las empresas abandonadas por los patronos tras la última crisis. Esas empresas recuperadas y autogestionadas por los trabajadores se han convertido en objetivo prioritario de la reacción burguesa y de su gobierno, dado que ponen de evidencia las posibilidades reales de la socialización.

Todo eso no son formas violentas de lucha. La violencia surge en realidad del lado de la organización capitalista de trabajo, que impone a los asalariados, cuando no la pueden soportar ya más, actuar en defensa de sus derechos elementales.

Esos métodos de acción son formas espontáneas de lucha, así como la huelga general y la organización en asambleas generales democráticas y soberanas. Son pues las bases de una revolución llevada a cabo por la clase social que está sometida al salariado.

Además, una verdadera revolución democrática se hará en las conciencias, tanto como en la conquista del poder desde la base. Lo que nosotros debemos combatir y abolir es el sistema capitalista que hace que los seres humanos se vuelvan competidores y enemigos.

La revolución por la que nosotros militamos, es la revolución hecha por seres humanos iguales y libremente asociados. Esta revolución, que desemboca en el socialismo/comunismo, va en contra (a la vez por sus objetivos y por sus medios) de la ideología de la clase dominante. Ahora bien, esta ideología (que no duda en justificar las violencias de la clase dominante, y del imperialismo en particular) se encuentra tanto en las capas explotadas como en las que explotan. La revolución democrática deberá desenmascarar las ideologías mistificadoras y que sirven para ocultar la realidad, y, en particular, la violencia terrible de la esclavitud asalariada.

La revolución socialista- comunista, proceso de transformación radical de la sociedad humana realizado por ella misma, es a la vez la conquista de la democracia y de la igualdad, y la eliminación de las explotaciones, de las dictaduras y de las violencias. Se trata de pasar, a través de la revolución consciente y de las conciencias, de la era capitalista a la era de la humanidad reunida.

En 1918, diez días después de su liberación de prisión, Rosa Luxemburg asignaba a la revolución alemana el objetivo inmediato de la abolición de la pena de muerte (artículo publicado en el Diario espartaquista Die Rote Fahne de 18 de noviembre de 1918). Un mes más tarde, en el programa de la liga espartaquista, escribía: "La revolución proletaria no tiene ninguna necesidad del terror para realizar sus objetivos. Odia y detesta el asesinato"[2].

La revolución democrática es en efecto un proceso coherente: suprimir la explotación no puede hacerse empleando la explotación, suprimir la violencia no puede realizarse usando la violencia.
--------------------------------------------------------------------------------

[1] Karl Marx, Rheinische Zeitung, 1842.

[2] Rosa Luxemburgo, ¿Qué quiere la Liga Espartaquista?, 14 de Diciembre de 1918.

lunes, 20 de febrero de 2012

Marxismo sin dialéctica (Rolando Astarita)

Un interesante artículo, donde se nos presenta el eco de la dialéctica marxista dentro del movimiento obrero, así como las alternativas y polémicas suscitadas al respecto del tema.

Vínculo con artículo el blog de Astarita (incluyendo todos los comentarios)

sábado, 18 de febrero de 2012

Movilizaciones de estudiantes en Valencia y represión.

Investigación y Correspondencia Inter-Socialista manifiesta su solidaridad.

Cliquear aquí.

domingo, 12 de febrero de 2012

Alemania, noviembre 1918 (del Socialist Standard)

Publicamos el presente artículo que hemos traducido del Socialist Standard. Sin compartir necesariamente el 100 % de sus posiciones nos parece de una importancia crucial su reflexión de fondo: no se puede transformar la sociedad en sentido socialista sin socialistas, sin una mayoría de trabajadores que conscientemente están por esa transformación, lo cual supone también diferenciar el socialismo de las reformas o del Capitalismo de estado de tipo "soviético". Esto pone de relieve a estas alturas de la historia la acuciante necesidad de teoría revolucionaria y además efectiva (es decir que tenga una influencia real entre las masas).Prometemos futuros artículos en que precisemos a amplifiquemos nuestra posición. ICORSOC.

La revolución alemana hace 80 años fue la única revuelta a escala nacional de los trabajadores en una sociedad capitalista avanzada. Consiguió derrocar al Kaiser, pero no al capitalismo. No fue así y no se podría haber sido de otra manera ya que no había una mayoría por el socialismo entre los trabajadores.
El otoño pasado vimos el espectáculo de los trotskistas y otras variedades de leninistas conmemorar el 80 aniversario de la Revolución Rusa (de Octubre) con gran entusiasmo. El Partido Trotskista "Marxista" convocaba a una reunión para la ocasión cerca de mi recorrido habitual. Cuando pregunté en el puesto de convocatoria de la reunión sobre la revolución (con algunos folletos de aspecto muy bonito, todo hay que decirlo) cual era exactamente su plataforma, su respuesta fue "bueno ¿Conoces la Revolución Rusa?". Le conteste que era consciente de su existencia. "Bueno, nosotros, eh, bueno, pensamos que fue una buena cosa". Grandiosa, hermosa plataforma, bien pensado, amigo. Del mismo modo nuestro entusiasta local del Socialist Workers Party me animó a asistir a su gran reunión sobre la Revolución Rusa y "ver a Tony Cliff antes de morir", lo que me pareció un incentivo insuficiente para asistir a lo que sin duda habría sido una tarde muy aburrida.

Todo esto, inevitablemente, me condujo a numerosos disputa a cara de perro con este tipo de personas, acerca de por qué la Revolución Rusa no era lo mejor que nunca hubiera pasado, incluyendo un encuentro muy desagradable y aterrador con una revolucionaria profesional sedienta de sangre del SWP oficina central ("La Cheka fue necesaria, para parar los pies a los contrarrevolucionarios", dijo, y yo me planteé el suicidio, desesperado por la condición de una especie humana que produce tal tipo de "socialista"). Inevitablemente, comoquiera que aludí a los crímenes de los bolcheviques, señaló los muchos defectos de la revolución, demostró que incluso el agradable y brillante señor Lenin perpetró los tipos de crímenes que normalmente se dice que solo empezaron con ese malvado señor Stalin, ellos tenían una última línea de defensa: ". La revolución rusa degeneró debido a la invasión de incontables países extranjeros, y el fracaso de la revolución alemana"

El punto sobre la invasión en gran medida es una burla de su apoyo general para la revolución victoriosa, si en realidad no fue tan victoriosa, y por lo tanto puede ser desestimado. Sin embargo, su segundo punto es digno de un examen más detallado. Es cierto que Lenin estaba probablemente predicando el éxito de su revolución en base a una revolución socialista triunfante en Alemania y con la esperanza de que se difundiera en todo el mundo desde allí. Fino y elegante, pero todo esto cambia a Lenin de ser un hombre peligroso que creía que podía conducir al mundo hacia el socialismo, a un jugador peligroso que creía que podía conducir al mundo hacia el socialismo. Por otra parte, los defensores de esta tesis parecen muy capaces de desestimar la conclusión obvia a esta linea de defensa: que Rusia era en realidad un escenario secundario, una nota a pie de página en la historia, a la única revolución de los trabajadores intentada en un Estado capitalista avanzado; y que todas sus celebraciones sobre Rusia y el deseo de seguir su modelo son deficientes, porque Alemania es la historia del caso real que tiene que pasar el examen.

En el momento de la primera guerra mundial, Alemania era la segunda economía industrial del mundo. Esto fue a pesar de tener un tercio de la población aun viviendo como campesinos feudales, y aun manteniendo un gobierno “cuasi-feudal” bajo un gobernante hereditario autocrático. También tenía uno de los mayores movimientos obreros de Europa (a pesar de haber sido el socialismo un credo criminalizado durante muchos años en Alemania). El Partido Socialdemócrata de Alemania (el SPD) tenía más de un millón de miembros y unos 4 millones y medio de votantes, así como numerosas publicaciones, grupos sociales afiliados, etc.

El SPD aún hablaba y se reconocía como un partido socialista radical, aunque en los años previos a la guerra derivase cada vez más hacia el reformismo descarado, en parte porque se había vuelto muy institucional. Ejerciendo su propio papel y aliado con los sindicatos, era mucho más que una parte de la estructura de la sociedad. A pesar de esto, una pequeña parte de socialistas revolucionarios se mantuvo dentro del SPD, caracterizada por Rosa Luxemburgo, y que ascendía en número a entre tres mil o cuatro mil.

Los verdaderos colores del SPD se mostraron durante la guerra, cuando casi todos sus miembros en el Reichstag apoyaron abiertamente la guerra y el partido difundió propaganda en el sentido de que la guerra era necesaria para detener la amenaza de la tiranía de Rusia. Esto poco a poco dio lugar a una escisión en el SPD en tres corrientes, con la eventual formación del Partido Socialdemócrata Independiente (USPD) en el grupo parlamentario y luego más lentamente con sus propios militantes. Los constituyentes de "extrema izquierda" se constituyeron en la Spartakusbund (Liga Espartaquista) con Karl Leibknecht y Rosa Luxemburgo como miembros destacados. Sin embargo, se mantuvieron dentro de las filas oficiales del USPD.

En septiembre de 1918 estaba claro que Alemania ya había perdido la guerra. La expectativa de la mayoría de la clase dominante era preservar su estado más o menos intacto. Estaban desesperados para evitar una repetición de los acontecimientos en Rusia y el alzamiento masivo de allí. Los poderosos generales del ejército propusieron una forma de salvar al Estado alemán liberalizándolo e incorporando a algunos de los elementos más complaciente del SPD al gobierno. Estos últimos aceptaron y se unió a un gobierno con el príncipe Max von Baden como canciller.

Consejos Obreros

Bajo este régimen la situación se fue deteriorando. Los trabajadores que sufrían desde largo tiempo comenzaron a expresar su frustración por la rutina y la miseria que enfrentaban después de cuatro años de tiempo de draconianas restricciones de guerra. Más y más trabajadores, soldados y marineros desencantados comenzaron a emprender huelgas y motines. A finales de octubre la insurrección se difundió, conforme los trabajadores en todo el país se levantaban contra el gobierno. Comenzando en el puerto norteño de Kiel los consejos obreros comenzaron a constituirse en todo el país. El 5 de noviembre, Hamburgo (una de las ciudades más grandes del país) se convirtió en objeto de control por un consejo obrero. Sobre el día 8 ocurría lo mismo en las grandes ciudades de Alemania: Munich, Colonia, Frankfurt y e incluso Berlín.

El resultado de la revuelta fue que el líder del SPD, Ebert, tomó el poder, y su colega Scheidemann declaró unilateralmente a Alemania república, en un intento por apaciguar a los rebeldes poniendo fin a la dominación de la aristocracia alemana. El Kaiser se fue al exilio. Si bien esta parte de la revuelta tuvo éxito, en realidad, no hizo sino terminar el trabajo comenzado por las revoluciones de 1848, con el establecimiento de una república burguesa plena en Alemania.

Solo una pequeña parte de la clase obrera alemana era socialista revolucionaria. La gran mayoría de los trabajadores apoyaban al SPD como una cuestión de rutina, incluyendo su programa general de reforma del capitalismo. Por otro lado, los obreros revolucionarios eran pequeños en número. Cuando en febrero de 1919, la Liga Espartaquista renunciado a sus vínculos con el USPD formó un Partido Comunista Alemán (KPD) reconoció este problema: "El socialismo no puede ser creado por decreto, ni puede ser establecido por un gobierno. El socialismo debe ser creado por las masas mismas, por cada proletario". Su problema era que no había proletarios suficientes que estuvieran el socialismo. Los levantamientos de noviembre habían sido una reacción a las dificultades y la tiranía, no un deseo coherente para establecer el socialismo. Contrariamente a lo que Chris Harman del SWP escribe en su libro ‘La Revolución Perdida’, en la que condescendiente afirma que los trabajadores estaban "confundidos" por las divisiones dentro del "movimiento socialista", lo que la mayoría de los trabajadores querían era que el SPD para pusiese fin a sus penurias. Los espartaquistas reconocían que el apoyo masivo necesario para establecer el socialismo faltaba y que el socialismo no estaba en la agenda en ese momento, por lo que resolvieron oponerse a la convocatoria de una asamblea constituyente que a su juicio ayudaría a consolidar el Estado alemán y en su lugar tratar de ganar socialistas dentro de los consejos obreros.


domingo, 5 de febrero de 2012

Egipto: la revuelta continúa

Justo para el aniversario del comienzo de la insurrección egipcia, la web anarquista norteamericana Crimethinc recibió este reportaje de un compañero que ha participado en los últimos enfrentamientos en El Cairo del mes de diciembre. Nos ofrece una visión actualizada del contexto actual en Egipto, así como fotos e incluso una cobertura de video desde la línea de frente

http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/19570

jueves, 2 de febrero de 2012

Propiedad pública y Propiedad Común (Anton Pannekoek)

El objetivo reconocido del socialismo es sacar los medios de producción de manos de la clase capitalista y ponerlos en manos de los obreros. De este objetivo se habla a veces como de propiedad pública, a veces como de propiedad común, del aparato de producción. Hay, sin embargo, una diferencia marcada y fundamental.

La propiedad pública es la propiedad, es decir, el derecho de disposición, de un cuerpo público que representa a la sociedad, del gobierno, el poder estatal o algún otro cuerpo político. Las personas que forman este cuerpo, los políticos, funcionarios, dirigentes, secretarios, gerentes, son los amos directos del aparato de producción; ellos dirigen y regulan el proceso de producción; ellos mandan a los obreros. La propiedad común es el derecho de disposición por los obreros mismos; la propia clase obrera --tomada en el sentido más amplio de todos los que comparten el trabajo realmente productivo, incluyendo a los empleados, campesinos, científicos-- es el ama del aparato de producción, gestionando, dirigiendo y regulando el proceso de producción que es, de hecho, su trabajo común.



Rosa Luxemburg y la Cuestión Nacional (Socialist Standard, 1978)

¿Hay un “derecho de las naciones a la autodeterminación” del cual los Socialistas debieran ser partidarios? Esta fue la cuestión debatida por los Socialdemócratas antes de la primera guerra mundial, especialmente en Rusia y en Austria, ambos imperios multinacionales por aquél entonces. Lenin, fiel a su visión oportunista de que cualquier slogan era útil si ayudaba, dijo sí a “movilizar a las masas”. Entre los que contestaron no, estaba Rosa Luxemburg.
Que esto fue así, hace bastante lo sabemos, pero hasta la reciente publicación de una selección de sus escritos sobre The National Question (editada por Horace B. Davis, Monthly Review Press), no habíamos tenido la oportunidad de juzgar el valor de los argumentos por ella empleados. Que sus escritos en la materia -contrariamente a aquellos sobre economía y otras cuestiones- hayan permanecido inasequibles por tanto tiempo no es accidental. Los publicistas de izquierda simplemente no estuvieron interesados en publicar la crítica de lo que se ha convertido en un dogma en los círculos de izquierda: que los Socialistas están moralmente obligados a apoyar las luchas por la “liberación nacional.”