La religión sobrepasa indudablemente a cualquier otra actividad humana en cantidad y variedad de tonterías. Si se considera además su papel como cómplice de la dominación de clase a través de la historia, no es sorprendente que haya atraído sobre sí el desprecio y el odio de cada vez más personas, en particular de los revolucionarios.
Los situacionistas reiniciaron la crítica radical de la religión, que había sido abandonada por la izquierda, y la extendieron a sus formas modernas secularizadas — espectáculo, lealtad sacrifical a los líderes o a la ideología, etc. Pero su postura unilateral y adialéctica sobre la religión se reflejó en ciertos defectos del movimiento situacionista y los reforzó. Elaborada a partir de la perspectiva de que, para ser superado, el arte debe ser a la vez realizado y suprimido, la teoría situacionista no supo ver que se requería un planteamiento análogo con respecto a la religión.
La religión es la expresión alienada de lo cualitativo, la “realización fantasiosa de la humanidad”. El movimiento revolucionario debe oponerse a la religión, pero sin preferir a ella un amoralismo vulgar o un sentido común filisteo. Debe tomar posición del otro lado de la religión. No ser menos que ella, sino más.
Cuando los situacionistas tratan la religión, la consideran normalmente en sus aspectos más superficiales y espectaculares, como un perro de paja que puede ser desdeñosamente rebatido por los que son incapaces de rebatir otra cosa. Excepcionalmente, pueden aceptar vagamente a Boehme o a una Hermandad del Libre Espíritu en su panteón de “notables”, puesto que son mencionados de modo favorable por la I.S., pero nunca algo que pudiera afectarles personalmente. Se ignoran problemas que requieren análisis y debate porque han sido monopolizados por la religión o se han expresado ocasionalmente en términos religiosos. Puede que algunos perciban lo inadecuado de este rechazo, pero no saben cómo operar de otra forma en un terreno tan tabuizado, y por consiguiente también ellos rehuyen el asunto o recurren a banalidades. Para quienes quieren “superar todas las adquisiciones de la cultura” y realizar el “hombre total”, los situacionistas ignoran a menudo sorprendentemente los aspectos más elementales de la religión.
Los situacionistas reiniciaron la crítica radical de la religión, que había sido abandonada por la izquierda, y la extendieron a sus formas modernas secularizadas — espectáculo, lealtad sacrifical a los líderes o a la ideología, etc. Pero su postura unilateral y adialéctica sobre la religión se reflejó en ciertos defectos del movimiento situacionista y los reforzó. Elaborada a partir de la perspectiva de que, para ser superado, el arte debe ser a la vez realizado y suprimido, la teoría situacionista no supo ver que se requería un planteamiento análogo con respecto a la religión.
La religión es la expresión alienada de lo cualitativo, la “realización fantasiosa de la humanidad”. El movimiento revolucionario debe oponerse a la religión, pero sin preferir a ella un amoralismo vulgar o un sentido común filisteo. Debe tomar posición del otro lado de la religión. No ser menos que ella, sino más.
Cuando los situacionistas tratan la religión, la consideran normalmente en sus aspectos más superficiales y espectaculares, como un perro de paja que puede ser desdeñosamente rebatido por los que son incapaces de rebatir otra cosa. Excepcionalmente, pueden aceptar vagamente a Boehme o a una Hermandad del Libre Espíritu en su panteón de “notables”, puesto que son mencionados de modo favorable por la I.S., pero nunca algo que pudiera afectarles personalmente. Se ignoran problemas que requieren análisis y debate porque han sido monopolizados por la religión o se han expresado ocasionalmente en términos religiosos. Puede que algunos perciban lo inadecuado de este rechazo, pero no saben cómo operar de otra forma en un terreno tan tabuizado, y por consiguiente también ellos rehuyen el asunto o recurren a banalidades. Para quienes quieren “superar todas las adquisiciones de la cultura” y realizar el “hombre total”, los situacionistas ignoran a menudo sorprendentemente los aspectos más elementales de la religión.
No se trata de añadir una dosis de religión para completar nuestra perspectiva, para crear un situacionismo “con rostro humano”. No se humaniza una herramienta o un método crítico. (La noción de “humanizar el marxismo” sólo revela la naturaleza ideológica del marxismo en cuestión.) Se trata de examinar las lagunas y las rigideces dogmáticas que se han desarrollado a partir de un asalto crítico a la religión en gran medida justificado. Es precisamente cuando ha salido victorioso cuando se hace posible y necesario criticar con más rigor un planteamiento teórico. La fórmula preliminar que era provocativa en un contexto anterior se convierte en base de nuevas ideologías. Un avance cualitativo va acompañado con frecuencia por un retroceso aparentemente paradójico
No basta con explicar la religión por su papel social o su desarrollo histórico. Hay que descubrir también el contenido que se expresa en las formas religiosas. Debido a que los revolucionarios nunca se han enfrentado realmente a la religión, ésta les persigue constantemente. Debido a que su crítica ha seguido siendo abstracta, superficial, vulgarmente materialista, la religión engendra continuamente formas nuevas de sí misma, incluso entre quienes previamente estaban contra ella por todo tipo de razones “materialistas” adecuadas. Los situacionistas observan complacientemente que “todas las Iglesias de descomponen”, y no advierten que estamos también asistiendo, precisamente en los países industrialmente más avanzados, a la proliferación de miles de religiones y neoreligiones. Toda nueva manifestación religiosa es un signo del fracaso de la teoría radical a la hora de expresar el auténtico sentido oculto que se busca a través de estas formas.
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http://www.kaosenlared.net/noticia/realizacion-supresion-religion-ken-knabb
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