domingo, 30 de octubre de 2011

Deuda pública (Un escrito de actualidad)

«La deuda pública, vale decir la enajenación del Estado, ya sea despótico, constitucional o republicano, imprime su sello a la era capitalista. La única parte de la llamada riqueza nacional que entra realmente en posesión colectiva de los pueblos modernos es su deuda pública. Por lo tanto, no hay que asombrarse de la teoría moderna según la cual un pueblo es tanto más rico cuanto más se endeuda. El crédito público es el credo del capital; la falta de fe en la deuda pública, desde que esta se incuba, pasa a reemplazar al pecado contra el Espíritu Santo, el único imperdonable antaño.


La deuda pública actúa como uno de los agentes más enérgicos de la acumulación primitiva. Como por arte de magia, dota de virtud reproductiva al dinero improductivo convirtiéndolo así en capital, exento de los riesgos y problemas inherentes a su empleo industrial e incluso a la usura privada. En realidad, los acreedores del Estado no entregan nada, ya que su capital principal, convertido en títulos de la deuda pública, fáciles de negociar, sigue obrando en sus manos como el dinero en efectivo. Pero, aun prescindiendo de la clase de rentistas ociosos creada de esta forma, y de la riqueza improvisada de los financistas intermediarios entre el gobierno y la nación, así como de los arrendatarios de impuestos, comerciantes, manufactureros particulares, a quienes una buena parte de cualquier empréstito estatal les aprovecha como un capital caído del cielo, la deuda pública ha impulsado a las sociedades anónimas, al comercio de toda clase de documentos negociables, a las operaciones aleatorias, al agio; en resumen, a las especulaciones bursátiles y la bancocracia moderna.»


Karl Marx, El capital, I. 1867.

lunes, 24 de octubre de 2011

El marxismo humanista de Raya Dunayevskaya

Gilberto López y Rivas (La Jornada, 2 de abril de 2010)

Este año se celebra el centenario del nacimiento de la teórica y revolucionaria marxista Raya Dunayesvskaya (1910- 1987), de quien leí recientemente una de sus obras más importantes: Filosofía y revolución, de Hegel a Sartre y de Marx a Mao (Siglo XXI, 2009), en la cual se expone una perspectiva crítica del marxismo que resulta imprescindible conocer a profundidad, entre otros motivos por su contribución a la comprensión de los procesos trasformadores que actualmente tienen lugar en el mundo, particularmente en América Latina.

Ucraniana de nacimiento, Raya se instala con su familia en Estados Unidos en 1922; llega a México en 1937 como secretaria de Trotski en idioma ruso, rompiendo con él por sus divergencias políticas respecto de la caracterización de la Unión Soviética: mientras ella pensaba, sobre todo después del pacto de no agresión Hitler-Stalin de 1939, que Rusia no era más un Estado de trabajadores, el fundador del Ejército Rojo sostuvo siempre que era un Estado obrero, aunque degenerado. En 1938 regresa a Estados Unidos, donde lleva a cabo una intensa actividad política y una prolífera producción intelectual, relacionadas ambas con el periódico News and Letters, expresión de la corriente marxista-humanista que ella fundó en los años 50. Sustenta que originalmente Marx denominó sus nuevas elaboraciones teóricas no materialismo ni idealismo, sino humanismo.

Congruente con la idea de que la teoría sólo puede desarrollarse plenamente cuando se asienta en lo que las propias masas hacen o piensan, destaca que para Marx lo fundamental consistía en que el ser humano no era meramente objeto, sino sujeto; que no únicamente estaba determinado por la historia, sino que también la creaba.

A partir de estos planteamientos, Raya hace una crítica radical al vanguardismo: ¿las masas campesinas o proletarias son las forjadoras de la historia, o solamente les corresponde someterse a una « dirección » y recibir órdenes? ¿Deben ser masas pasivas al día siguiente de la revolución? Precisamente, en su condena al estalinismo afirma que este régimen sofocó la espontaneidad de las masas: el Estado absorbió a los sindicatos y a todas las organizaciones obreras de tal manera que la propiedad estatal, el plan estatal, el partido, eran los fetiches por los cuales los trabajadores debían ofrendar su vida.

Dunayesvskaya propone, en cambio, una perspectiva que se fundamenta en el sujeto autodesarrollado, y se alinea con Lenin, quien, a su juicio, consideró a las masas, el proletariado, el campesinado, e incluso la nacionalidad oprimida, como sujetos autodesarrollados. Lenin creía que se necesitaba un nuevo impulso teórico porque había nacido un nuevo sujeto: la autodeterminación de las naciones.

También discrepa con Trotski en su concepción del campesinado, quien no lo consideraba sujeto autodesarrollado ni tampoco le concedía una conciencia nacional ni mucho menos socialista.

Dunayevskaya mantiene, por el contrario, que la iniciativa política no es siempre patrimonio exclusivo de la clase obrera. Cuando las masas son el sujeto no debe analizarse una revolución a partir del liderazgo, sino del sujeto autodesarrollado. Afirma que Trotski siempre se preocupó demasiado del problema de la dirección, subordinando al sujeto autodesarrollado.

Aunado a esta perspectiva –muy útil para el análisis de los indígenas como sujetos autodesarrollados–, es sumamente interesante su crítica al estatismo: “el subjetivismo pequeño burgués –sostenía– siempre ha concluido aferrándose a determinado poder estatal, y lo ha hecho sobre todo en esta época de capitalismo de Estado, cuyos intelectuales están impregnados de la mentalidad administrativa del plan, el partido de vanguardia, la revolución cultural, como sustituto de la revolución proletaria”.

Considera a Jean-Paul Sartre, « el extraño que se acerca a mirar », como filósofo de la derrota. Detrás del lenguaje nihilista de Sartre –afirma– acecha… nada; y como no hubo pasado, y el mundo actual es « absurdo », no hay futuro.

Su crítica a Mao es demoledora: señala que con el propósito de aumentar la producción, el dirigente lleva a China a un proceso de acumulación originaria de capital mediante un capitalismo de Estado, en el que el partido tiene el monopolio del pensamiento correcto, produciéndose un despilfarro humano total, el burocratismo y la ineficiencia. Retrogradación es la palabra que resume realmente el pensamiento de Mao, esto es, lo que no representa una reorganización total de la vida, y relaciones humanas totalmente nuevas. Lo acusa de volver la espalda al aliado y camarada Vietnam, que libraba una lucha de vida o muerte contra el imperialismo estadunidense, presionándolo para firmar la pax americana. En China, la dialéctica de la liberación fue sustituida por un dogmatismo caprichoso y arbitrario, por la fetichización simultánea del marxismo leninismo-pensamiento Mao-Tse-Tung y la propia revolución mundial. « La dialéctica reveló que la contrarrevolución está en el seno de la revolución. »

Ante su pregunta reiterada: ¿qué sucede después de la toma del poder?, Raya responde que la cuestión del carácter imprescindible de la espontaneidad es no sólo inherente a la revolución, sino lo que debe marcar su trayectoria posterior, lo mismo que la diversidad cultural, el autodesarrollo y la instauración de una forma no estatal de colectividad.

La reinterpretación de Marx y la teoría de la revolución de Dunayevskaya son de trascendencia estratégica para las luchas por un socialismo humanista, libertario y autodesarrollado.

viernes, 21 de octubre de 2011

La realización y la supresión de la religión (Ken Knabb)

La religión sobrepasa indudablemente a cualquier otra actividad humana en cantidad y variedad de tonterías. Si se considera además su papel como cómplice de la dominación de clase a través de la historia, no es sorprendente que haya atraído sobre sí el desprecio y el odio de cada vez más personas, en particular de los revolucionarios.

Los situacionistas reiniciaron la crítica radical de la religión, que había sido abandonada por la izquierda, y la extendieron a sus formas modernas secularizadas — espectáculo, lealtad sacrifical a los líderes o a la ideología, etc. Pero su postura unilateral y adialéctica sobre la religión se reflejó en ciertos defectos del movimiento situacionista y los reforzó. Elaborada a partir de la perspectiva de que, para ser superado, el arte debe ser a la vez realizado y suprimido, la teoría situacionista no supo ver que se requería un planteamiento análogo con respecto a la religión.

La religión es la expresión alienada de lo cualitativo, la “realización fantasiosa de la humanidad”. El movimiento revolucionario debe oponerse a la religión, pero sin preferir a ella un amoralismo vulgar o un sentido común filisteo. Debe tomar posición del otro lado de la religión. No ser menos que ella, sino más.

Cuando los situacionistas tratan la religión, la consideran normalmente en sus aspectos más superficiales y espectaculares, como un perro de paja que puede ser desdeñosamente rebatido por los que son incapaces de rebatir otra cosa. Excepcionalmente, pueden aceptar vagamente a Boehme o a una Hermandad del Libre Espíritu en su panteón de “notables”, puesto que son mencionados de modo favorable por la I.S., pero nunca algo que pudiera afectarles personalmente. Se ignoran problemas que requieren análisis y debate porque han sido monopolizados por la religión o se han expresado ocasionalmente en términos religiosos. Puede que algunos perciban lo inadecuado de este rechazo, pero no saben cómo operar de otra forma en un terreno tan tabuizado, y por consiguiente también ellos rehuyen el asunto o recurren a banalidades. Para quienes quieren “superar todas las adquisiciones de la cultura” y realizar el “hombre total”, los situacionistas ignoran a menudo sorprendentemente los aspectos más elementales de la religión.

No se trata de añadir una dosis de religión para completar nuestra perspectiva, para crear un situacionismo “con rostro humano”. No se humaniza una herramienta o un método crítico. (La noción de “humanizar el marxismo” sólo revela la naturaleza ideológica del marxismo en cuestión.) Se trata de examinar las lagunas y las rigideces dogmáticas que se han desarrollado a partir de un asalto crítico a la religión en gran medida justificado. Es precisamente cuando ha salido victorioso cuando se hace posible y necesario criticar con más rigor un planteamiento teórico. La fórmula preliminar que era provocativa en un contexto anterior se convierte en base de nuevas ideologías. Un avance cualitativo va acompañado con frecuencia por un retroceso aparentemente paradójico
No basta con explicar la religión por su papel social o su desarrollo histórico. Hay que descubrir también el contenido que se expresa en las formas religiosas. Debido a que los revolucionarios nunca se han enfrentado realmente a la religión, ésta les persigue constantemente. Debido a que su crítica ha seguido siendo abstracta, superficial, vulgarmente materialista, la religión engendra continuamente formas nuevas de sí misma, incluso entre quienes previamente estaban contra ella por todo tipo de razones “materialistas” adecuadas. Los situacionistas observan complacientemente que “todas las Iglesias de descomponen”, y no advierten que estamos también asistiendo, precisamente en los países industrialmente más avanzados, a la proliferación de miles de religiones y neoreligiones. Toda nueva manifestación religiosa es un signo del fracaso de la teoría radical a la hora de expresar el auténtico sentido oculto que se busca a través de estas formas.

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http://www.kaosenlared.net/noticia/realizacion-supresion-religion-ken-knabb